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Un Papa diferente

Serios, adustos, reservados, distantes y lejanos, los Papas anteriores a Francisco mantenían...

13 de mayo de 2014 Por: Ramiro Andrade Terán

Serios, adustos, reservados, distantes y lejanos, los Papas anteriores a Francisco mantenían incomunicación con los más humildes de su grey. Todo eso cambió con la llegada del nuevo Pontífice. Que parece un sonriente cura de pueblo que se metió, con rapidez, en el corazón de los millones de católicos y -algo más sorprendente- ganó la simpatía de los jerarcas de otras iglesias y sus fieles. Al punto que no sería sorprendente que lograra propósitos comunes con el esfuerzo de la gran mayoría de jerarcas de iglesias distintas a la fundada por Pedro: “Pedro, tu eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.El último que cayó en las cordiales redes del extraordinario Ministro de Dios en la tierra, fue el adusto Obama. Protestante, amigo de los jerarcas católicos de Norteamérica, Obama fue a una visita de cortesía al Vaticano: vio, habló y cayó. Y gozó, añadiría, con su elevado interlocutor que es un verdadero experto en atraer a sus interlocutores con su parla cordial y sus apuntes que ya son de fama universal.El nuevo Papa le está haciendo un soberbio favor a la Iglesia. Que ha padecido en las últimas décadas un fenómeno de decadencia que se reconoce aún por sus más fervorosos militantes. Sin más armas que su simpatía, su sonrisa y su sentido del humor, que corre parejo con su humildad, Francisco revolucionó la actitud y maneras del papado. Sorprendido, el mundo observó a un Pontífice desprovisto de pompa, de orgullo, cercano a su inmensa feligresía, bondadoso en su trato con la corte vaticana -que tuvo que adaptarse al nuevo estilo atrayente y amoroso. Eso es lo que venía haciendo falta a la Iglesia: bajar de las cumbres heladas al contacto y servicio con los humildes. Como Cristo lo pidió tantas veces. Una Iglesia altiva, manejada por un pequeño círculo excluyente, ajena al drama social, perderá adeptos. Servir a los pobres, a los necesitados de todas las condiciones, darles apoyo material y espiritual, gana a la Iglesia el afecto de millones que reciben ayuda en su dolor. Algunos pontífices -como el formidable Juan XXIII- obraron de esa manera. Ganaron estatura de héroes del pueblo católico y encaminaron por un buen camino a una religión con millones de seguidores. Que no olvidan que su propósito esencial es servir a los desposeídos.La jerarquía tendrá que seguir ese camino a nivel universal. Solo de esa manera el nuevo Papa recuperará lo perdido y evitará que sus fieles se fuguen a otras toldas. Que son muchas y los atraen con envidiable persistencia. Francisco, ya pasó a la historia: por su bondad, su contagiosa simpatía y su sonrisa que no falta.