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México y la corrupción

El Ministro de Hacienda del gobierno de México ‘compró’ a un contratista...

20 de octubre de 2015 Por: Ramiro Andrade Terán

El Ministro de Hacienda del gobierno de México ‘compró’ a un contratista del Estado, mansión de alto valor. Días después, la esposa del actual presidente Peña Nieto, ‘compró’ otra mansión espléndida… a otro contratista del gobierno. Esas transacciones -tan singulares- despertaron ola de dudas sobre su claridad. En algunas informaciones de prensa, se sugirió que los nuevos propietarios jamás pagaron esos bienes suntuosos, apropiados para residencia de Jefes de Estado y magnates de la industria.Se habló de pagos en especie por preferencias en millonarias compras del Estado. Algo que no sorprendió. La agencia France Press publicó que: “En el 2014 y comienzos del 2015, la corrupción y la impunidad contagiaron todos los niveles del gobierno mexicano”. Es un tema que se comenta de tiempo atrás, ha provocado rumores mayúsculos, y nunca se ha esclarecido.La corrupción en esa maravillosa nación no es nueva. Se podría escribir muchas páginas sobre su alcance y perniciosos efectos. Los candidatos a la Presidencia ofrecen acabar con esa plaga, vena rota que fluye hace décadas. Pero, en el gobierno, continúa esa corruptela. Para agravio de una nación faro cultural y asilo para luchadores por la libertad en el Continente. En contraste, frente a México que padece la corrupción y la impunidad hay otra nación: plena, digna, de insignes escritores, filósofos, pintores, músicos. Faro de la cultura continental; que defiende los derechos humanos y asila a quienes buscan ayuda en su tierra generosa. Otorgó protección a luchadores españoles perseguidos por la dictadura de Franco. Escritores y poetas encontraron sitio amable, para continuar su obra. En ese México se recibió a Gabriel García Márquez que fue tratado como uno de sus hijos. Al punto que no quiso vivir en tierra distinta. En fin: una patria latinoamericana a quien le viene como anillo a dedo la copla: “Como México no hay dos”. La sociedad ha salido de su funesto inmovilismo, su apatía tradicional y su dejar hacer y dejar pasar. Pide, exige, que se acabe con los corruptos de alto nivel, que saquean al Estado y pagan coimas altísimas para su impunidad. No es suficiente esa protesta novedosa, pero es el principio de un cambio radical. Para acabar con el corrupto imperio del delito que tanto daño hace a México.