El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Ambiente para la paz

Hay quienes estiman que con la guerrilla no debe establecerse ningún tipo...

16 de abril de 2013 Por: Ramiro Andrade Terán

Hay quienes estiman que con la guerrilla no debe establecerse ningún tipo de diálogo y hay que acabarla a punta de bala y muertes. Otros piensan que debe mantenerse una estricta reserva sobre lo que allí se discuta, los acuerdos que se obtengan o las divergencias que surjan en el curso del espinoso proceso. Algo que debe adoptarse como una norma general en este tipo de negociaciones que exigen la mayor discreción.En general la inmensa mayoría apoya el proceso de paz por la vía del diálogo. Eso es lo cuerdo, lo viable, lo sensato. Convertir las conversaciones en Cuba en una feria de vociferantes de todos los pelajes ideológicos y dudosas intenciones, es una temprana manera de ponerle una bomba a discusiones de las cuales depende en buena medida el porvenir de la nación. En esto tiene toda la razón el presidente Santos, que ha decidido mantener total discreción sobre lo que se discuta, acuerde o discrepe. El silencio frente a millones de indiscretos colombianos es una medida racional que resulta muy positiva para obtener lo que todos deseamos: la paz para un país que no se ha desplomado del todo por milagro.En su momento se le dará al país información fidedigna, clara, precisa, sobre el desarrollo de esas conversaciones, y si se logra -como todos lo deseamos- una solución final al conflicto, esta será sometida a los colombianos. Por ahora -ya se ha dicho- lo sensato es dejar que los delegados del Gobierno y la guerrilla hagan su delicado trabajo. Que ojalá termine en lo que los colombianos deseamos: que la paz vuelva una nación que ha vivido un espantable drama de una guerra civil no declarada donde no hay crimen que no se haya cometido.La sociedad comienza a brindar un efectivo y concreto apoyo a las conversaciones de La Habana. No hay otra salida que el diálogo para lograr la paz. La solución militar probó su ineficacia para la solución total del gigantesco problema. A bala no se termina del todo el sangriento desacuerdo. Esperemos, con paciencia, lo que ocurra en La Habana. Que, al parecer, va por buen camino.Con los delegados del Gobierno y las Farc, basta y sobra. No se justifica el rosario de organizaciones que quieren ir a entorpecer las conversaciones, o dilatarlas con otros temas. Abrir la puerta a un diálogo indiscriminado donde participen todos los que quieran darse vitrina, es el medio más seguro de su fracaso.