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Contra el Estado Social de Derecho

Tal y como estaba previsto, algunos mercaderes de la paz pretenden ambientar...

26 de abril de 2014 Por: Rafael Rodríguez Jaraba

Tal y como estaba previsto, algunos mercaderes de la paz pretenden ambientar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para permitir que narcoterroristas y paramilitares modifiquen bajo amenaza la Constitución, y obtengan impunidad a sus crímenes e inmunidad a sus despropósitos. Está bien que anhelemos la paz, pero una paz justa que no burle inocentes y premie criminales.El problema del país no es su Constitución; el problema es la falta de educación, la corrupción, el narcoterrorismo, el paramilitarismo y la concentración de la riqueza.Antes que modificar una Constitución humanista, moderna y progresista que aún no hemos desarrollado, necesitamos cumplirla y elegir funcionarios pulcros, íntegros y capaces de hacerla cumplir.La Constitución de 1886, que antecedió la actual, y que estuvo vigente más tiempo que cualquier otra constitución latinoamericana, sobrevivió porque no se aplicó durante varios años en que estuvo suspendida por el uso abusivo del Estado de Sitio y por la conveniencia de los partidos hegemónicos hoy por fortuna agónicos, fruto de las prebendas que recíprocamente se prodigaron.En esencia, la Constitución de una nación debe garantizar el orden y la libertad, y antes que ello, la vida y la honra de los ciudadanos; y la actual Constitución Política de Colombia bien lo hace.Es claro que la nueva Carta ensanchó la democracia, acercó a los ciudadanos a los asuntos públicos y creó espacios para la participación de las minorías; prueba de ello es la presencia de movimientos de todo tipo de cimientes y raigambres en la contienda democrática, haciéndola más plural e incluyente.En lo económico, la Carta estableció reglas claras para asegurar el desempeño libre y eficiente del mercado, sin limitar su regulación y vigilancia en orden a prevenir abusiva concentración de riqueza, lo que constituye su mayor frustración, habida cuenta que desde su promulgación ningún gobernante ha tenido el valor de evitarlo y antes por el contrario lo han favorecido e inclusive auspiciado.Si bien la Carta aún no ha sido plenamente desarrollada, su marco señala un rumbo orientado a tutelar los derechos fundamentales, redimir la confianza ciudadana en el Estado, aumentar su capacidad de gestión, dinamizar la construcción de una sociedad más igualitaria, y mantener el orden económico y social. Sus excesos o limitaciones bien pueden enmendarse sin apelar al constituyente primario.Por eso, no caigamos en la trampa de una nueva Constituyente; mejor, consolidemos el Estado Social de Derecho y elijamos funcionarios pulcros, íntegros y capaces, poseedores de ciencia, virtud y sabiduría, inspirados en hacer de Colombia una sociedad más educada y justa, en la que prime el orden antes que la libertad.Colofón: A Gabriel García Márquez siempre lo leí dos veces; primero para advertir sus geniales ocurrencias, luego para recrearme con ellas. García Márquez hacía monumental lo simple y simple lo monumental. Su prosa vivificante no me subyugó, quizás por haber descubierto primero la de Kafka; pero nunca dejó de extasiarme su inventiva ilímite y la ductilidad maestra de sus letras. García Márquez honró la patria y remozó la esperanza. Nunca entendí su amistad con los Castro, y menos, su simpatía con la dictadura cubana; tampoco, su falta de apoyo a la educación colombiana. Paz en su tumba y honor a su obra. ¡Se fue un Grande; se necesitan Grandes!