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Carruseles y pirámides financieras

La campante proliferación de carruseles y pirámides financieras, solapadas bajo la apariencia...

16 de diciembre de 2013 Por: Rafael Rodríguez Jaraba

La campante proliferación de carruseles y pirámides financieras, solapadas bajo la apariencia de engañosos contratos, de nuevo está asolando el país.La captación de ahorro público sin autorización del Estado, mediante el empleo de señuelos mercantiles y de falsos ropajes contractuales, es consecuencia de la indiferencia de una autoridad financiera, buena para anunciar medidas pero no para ejecutarlas.La ley no garantiza el orden salvo que la autoridad exija su efectivo cumplimiento y que los funcionarios obligados de velar por su aplicación honren su deber.Si bien la Nación no cuenta con una legislación financiera moderna y prospectiva que se anticipe a las malas prácticas y disuada las conductas delictivas, la existente es suficiente para ejercer adecuada vigilancia, inspección, y control del mercado. Pero de nada vale el rigor de la ley cuando la autoridad no se ejerce o cuando su ejercicio es incapaz de develar la inventiva furtiva del delincuente. Es evidente que las normas que regulan la captación masiva y habitual del ahorro deberían ser más severas, y que aún así las vigentes resultan solventes para reprimir este delito; a pesar de ello el país sigue anegado de negocios fraudulentos que se valen de la ingenuidad de muchos para expoliarlos.Desde tiempos inmemoriales se probó que son insostenibles todos los esquemas financieros cuya rentabilidad dependa de captaciones futuras e inciertas. En el Siglo XIX Charles Ponzi, hábil embaucador y siniestro creador del ‘Esquema de Ponzi’, mal llamado pirámides o carruseles Financieros, pagó con su libertad la temeridad de sus truculentos engaños.Sobrecoge que la picardía de un puñado de ‘Ponzis’ diseminados por todo el país, sumada a la ingenuidad ciudadana y a la proverbial ausencia del Estado, esté arrebatando el ahorro público. Es claro que el control del mercado no debe tan solo limitarse a la vigilancia de las instituciones financieras para establecer si el manejo que dan al ahorro público es seguro, confiable y transparente; el control debe extenderse también a todas las actividades mercantiles que realizan operaciones financieras al margen de la ley.Colombia necesita con urgencia de una autoridad financiera especializada, capaz de poner fin a la avalancha de delitos, algunos de ellos imperceptibles como los ‘de cuello blanco’, que se configuran cuando la conducta no tiene esa apariencia y el delincuente funge como experto financiero.Lamentablemente la anarquía del mercado no se limita a las captaciones ilegales; también es extensiva a un sistema financiero desbordado por los abusos y los atropellos, y al que el Gobierno no reprime por temor a mostrarse intervencionista a pesar de la avalancha de quejas y reclamos de los usuarios, y de las desvergonzadas respuestas que reciben a ellas. Es lamentable que sean los jueces penales los que terminen reprimiendo los delitos contra el orden económico social, a falta de una autoridad financiera que los prevenga.Colofón. Inaceptable la solicitud de la OEA de querer reunirse con el Procurador, y peor aún, la abusiva intromisión del bisoño Embajador estadounidense. Ahora nadie recuerda, que Gustavo Petro contrató carretillas para que vertieran las basuras en la Plaza de Bolívar cuando Jaime Castro acabó con la corrupta Edis. Desde cuándo a los malhechores, además de perdón y olvido hay que darles inmunidad. Para mantener la institucionalidad, por frágil que sea, no debemos faltarle a la ley; y si esta resulta excesiva, modificarla; y si un funcionario se excede en el cumplimiento de ella interponer los recursos, pero nunca promover la violencia. De no ser así, volveremos a la caverna. Quien quiera entender el presente y prospectar el futuro, debe estudiar el pasado.