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Autoridad financiera a prueba

La nueva proliferación de carruseles y pirámides financieras no se debe a...

30 de julio de 2010 Por: Rafael Rodríguez Jaraba

La nueva proliferación de carruseles y pirámides financieras no se debe a la defección de la ley, sino a la inexcusable negligencia de los funcionarios obligados a velar por su aplicación. La ley no garantiza el orden, salvo que la autoridad competente exija con rigor su cumplimiento.Es tarea de la Superintendencia Financiera preservar la confianza pública en el sistema financiero y velar por la debida prestación de sus servicios. Es también su tarea, prevenir y evitar la comisión de delitos financieros.Para lograrlo debe desplegar una permanente y vigorosa campaña pedagógica que oriente y eduque al ciudadano sobre las operaciones financieras permitidas y lo proteja de la aguda inventiva de los delincuentes que no cesan de vender ilusiones fallidas.Asimismo es necesario que la Superintendencia renuncie a su pasividad y a cambio intensifique y haga eficaz su vigilancia para garantizar la integridad y la transparencia del mercado. Su intervención no puede seguir siendo tardía y solo evidente en los medios de comunicación cuando los delitos y los daños están consumados.Las normas financieras son prospectivas para anticiparse a las malas prácticas y disuasivas para evitar conductas criminales; asimismo dotan a la autoridad de vigorosos instrumentos de vigilancia, inspección y control. Pero la ley siempre resultará inútil si la autoridad no se ejerce, o si su capacidad de gestión es inferior a la diligencia del delincuente.Si bien las normas que regulan la captación masiva y habitual del ahorro público deberían ser más severas, aun así, las vigentes resultan suficientes para reprimir este delito. A pesar de ello, el país de nuevo presencia con asombro el resurgir de negocios fraudulentos que aprovechan la ignorancia o la ingenuidad de muchos para expoliarlos.Desde tiempos inmemoriales se comprobó, que son insostenibles todos los esquemas financieros cuya rentabilidad dependa de captaciones futuras e inciertas. En el Siglo XIX, Charles Ponzi, hábil embaucador, y siniestro creador del ‘Esquema de Ponzi’, hoy llamado, ‘Carrusel Financiero’, pagó con su libertad la temeridad de sus truculentos engaños.Sobrecoge que en Colombia, la picardía de un puñado de delincuentes y la ingenuidad de miles de ciudadanos, sumadas a la proverbial ausencia del Estado, esté arrebatando el ahorro público.El control del marcado financiero no se limita a la vigilancia de las instituciones financieras, para establecer si el manejo que dan al ahorro público es seguro, confiable y transparente; el control es igualmente imperativo con todos los que se aventuren a realizar operaciones al margen de la ley.La vigilancia del mercado debe ser sistemática y severa. El Estado no puede ser laxo en ella, pues propicia la comisión de delitos a veces imperceptibles para la sociedad, como los llamados ‘de cuello blanco’, que se configuran cuando la conducta delictiva no tiene esa apariencia y es cometida por sujetos poseedores de habilidad y reconocimiento, haciendo difícil su investigación e inhibiendo a las autoridades a realizarlas. Las incautas ilusiones de muchos, de nuevo están vivificando un sistema financiero ilegal y paralelo, lo que exige la presencia y la autoridad de un verdadero ‘Guardián del Mercado’.