Otro conejo
Prometió que la última palabra sobre los acuerdos con las Farc la...
Prometió que la última palabra sobre los acuerdos con las Farc la tendrían los ciudadanos. Fue con esa base, y con mucha mermelada para corromper políticos y ciudadanos y descalificando los críticos como enemigos de la paz, que ganó su reelección. Pero ahora también hará conejo. Tenía las opciones del referendo y de la constituyente. La constituyente la descartó por tres razones: la primera, porque cree que es una caja de Pandora y no habría quien la ataje. La segunda, porque teme que sus críticos obtengan una mayoría y cuestionen, condicionen y modifiquen los acuerdos que se alcancen con las Farc. Por último, que esa constituyente le abra la puerta a la reelección de Uribe, la peor pesadilla de Santos.Y se bajó del referendo porque este exige el 25% del censo electoral y el Gobierno cree que podría no lograrlo y porque la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha definido que se debe preguntar por separado cada asunto que suponga una reforma a la Constitución. Como ocurre que todas las encuestas muestran que no hay apoyo ciudadano en al menos dos aspectos cruciales de la bajada de pantalones frente a las Farc, Santos lo llamó un suicidio. En efecto, los ciudadanos se niegan a que las Farc no paguen con cárcel por sus crímenes atroces y a que participen en política sin restricciones. En la última encuesta de Gallup, el 81% de los ciudadanos desaprueba esas posibilidades. De manera que el Gobierno renunció a preguntar separadamente sobre cada uno de los temas cruciales. Para ello se escurrió del referendo y saltó al plebiscito, que permite hacer una única pregunta sobre políticas públicas. Pero ahí también Santos se negó a jugar con las reglas previas y ya establecidas. Como la ley exige un umbral del 50% para los plebiscitos, ya anunció que se bajará al 13%, míseros 4.4 millones de votos. Y como establece que el Congreso haga control previo dentro del mes siguiente al anuncio presidencial de convocatoria y que una mayoría simple podría negarla, la cambiarán para que solo se pueda rechazar por mayoría absoluta. Y como hoy el plebiscito solo tiene efectos políticos, pretenden hacerlo vinculante, jurídicamente obligatorio. Es decir, lo vuelven un referendo, saltándose las reglas del mismo y evitando las preguntas individualizadas. Es cobardía, claro, miedo puro a que la gente rechace lo que unos pocos pactan a escondidas del país. Pero es también una violación más a la Constitución y un ataque rastrero a la democracia. Si es tan bueno eso que firman en La Habana, ¿cuál es el temor a que los ciudadanos se pronuncien puntualmente sobre lo que pactan? Para conseguir lo que quieren, ellos que tienen la verdad revelada y que saben lo que le conviene al pueblo ignorante, no tienen reparo en trastocar las instituciones y manosear el orden jurídico para conseguir sus objetivos. A la rama legislativa la castran con una comisión legislativa especial, a la judicial le montan en paralelo el tribunal especial para la paz, al ejecutivo le expiden una ley habilitante para que haga lo que le venga en gana. Y todo eso cambiando las reglas de juego y pervirtiendo la democracia de manera que sean las minorías las que se impongan. Sin embargo, señor Santos, para la firmeza y sostenibilidad de los acuerdos es indispensable una aprobación popular verdaderamente mayoritaria. Sin ella, repito, los acuerdos no valen ni el papel en que están escritos.