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La cloaca

La corrupción no es un fenómeno nuevo. No hay gobierno que se...

12 de mayo de 2013 Por: Rafael Nieto Loaiza

La corrupción no es un fenómeno nuevo. No hay gobierno que se escape del problema. De manera que los colombianos hemos ido desarrollando piel de cocodrilo y no nos quitan el sueño, ni siquiera nos impresionan, los ocasionales destapes de ollas podridas aquí y allá. Pero confieso que nunca antes, ni siquiera en los tiempos de ferias, fiestas y favores del 8.000, había visto nada semejante a lo que ha venido ocurriendo en Bogotá. Cuando creemos haber visto todo, algún involucrado suelta la lengua y lo que ya es un monstruo gigantesco y pestilente crece todavía más y se torna aun más hediondo.Las recientes declaraciones de Emilio Tapia y Julio Gómez, perfilan poco a poco, a cuenta gotas, la dimensión de la cloaca. Lo que se montó en la capital fue una mafia, una pandilla de criminales, una sanguijuela de múltiples cabezas dedicada de oficio a robarle todo lo posible a los bogotanos. No hubo sector en que no hubiera negociado: el eterno proyecto de metro y el sistema de recaudo, las ambulancias y los hospitales, la secretaría de educación, el fondo de vigilancia y seguridad, las basuras y el relleno sanitario, el acueducto, la renovación urbana, la malla vial, las obras públicas. Ahí donde se rasca, asoma la pestilencia, la presencia purulenta de comisiones, mordidas, amaños de miles y miles de millones de pesos.El saqueo era sistemático, ordenado, permanente. Se planeaba desde la alcaldía mayor y extendía sus tentáculos a lo largo y ancho de todas las instituciones distritales. La cúpula, Samuel Moreno y su hermano Iván, un abogado, Álvaro Dávila, y los mencionados Gómez y Tapias. Pero de ahí para abajo la nómina es extensísima: secretarios y funcionarios distritales, concejales (Gómez tiene prueba contra quince de los actuales), los órganos de control en cabeza del personero Rojas Birry, ex constituyente y líder indígena, y el contralor Moralesrussi, funcionarios de la Fiscalía, senadores y representantes. No era pues un negociado de oportunidad o un quiste enclavado en alguna entidad distrital. Era un vasto y extenso grupo criminal.Habrá que estar vigilantes para que tantos y tan poderosos intereses no bloqueen las investigaciones. Y para que los jueces no se tuerzan a la hora de fallar. Las billeteras de los involucrados no tienen fondo y está probado que ninguno tiene escrúpulos. Y habrá que presionar para que se llegue más allá, a los asesores que diseñaron los mecanismos para lavar el dinero de la banda y los “banqueros”, acá y afuera, que se prestaron para hacerlo, a los políticos que los encubrieron y los patrocinaron, a las compañías extranjeras y nacionales que pagaban las mordidas.¿Será posible que doña María Eugenia, en cuya casa se reunían Iván y los contratistas extranjeros, nada supiera? ¿Qué responsabilidad política le cabe a Ernesto Samper, que se empeñó en elegir a Samuel y en apoyarlo, y antes había nombrado a Iván ministro de salud? ¿Habrá que olvidar que el Polo se dedicó a la defensa sistemática de Moreno Rojas, so pretexto de que era un perseguido de la derecha y de la prensa burguesa?La corrupción no tiene ideología, por supuesto. Pero esta maquinaria putrefacta de criminalidad es toda de la izquierda. Bastó con que llegaran al poder y han dejado a Bogotá en la ruina. Y no solo por los billones que se han robado, sino por el espectáculo de improvisación, burocratización y clientelismo con que han ‘administrado’ la capital.

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