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Breves lecciones del Mundial

Para siete millones de colombianos, la derrota de la segunda vuelta fue...

6 de julio de 2014 Por: Rafael Nieto Loaiza

Para siete millones de colombianos, la derrota de la segunda vuelta fue dolorosa y deprimente. No fue solo que Oscar Iván no ganara. Fue que ganó Santos, con lo que eso significa. Y no fue solo que ganara Santos, sino también el todo vale con el que triunfó. Y no fue solo el juego sucio de Santos, es también el deterioro institucional que se mostró en su triunfo, con la utilización política de la Fiscalía y la descarada parcialidad del Consejo Nacional Electoral.Y en fin, ahí, en pleno desconsuelo, apareció la selección colombiana de fútbol y nos brindó veinte días de alegrías, de gozo, de satisfacciones nacionales. Y durante ese tiempo, 23 muchachos corajudos y talentosos nos hicieron olvidar de la derrota y de los malos presagios para estos cuatro años. Un bálsamo para las heridas que dejó la contienda electoral porque, además, santistas y anti santistas, uribistas y anti uribistas, disfrutamos en unidad, como un solo cuerpo, de sus jugadas y de sus goles. A la hora de cantar un gol o de sufrir, como el viernes, la derrota, no hay color político ni ideología. Nada como el deporte para dar sentido de unidad e identidad nacionales.Son varias las lecciones. La primera, que es posible hacer las cosas con profesionalidad, sin roscas y amiguismos. Me he enterado ahora que en mundiales anteriores se mezclaban en el mismo hotel periodistas, deportistas y agentes, y que las alineaciones se decidían con frecuencia entre todos y que de esa francachela y esa comilona participaban también el técnico y los miembros de la Federación. Si eran los intereses particulares los que primaban, tenían que fracasar los proyectos deportivos. Y fracasaron. Ahora esa práctica nefasta se acabó, se separaron los intereses de la selección de los de los periodistas, agentes y miembros de la Federación. Primó el equipo y hubo una verdadera concentración.La segunda, que esta generación de deportistas es distinta. Y no me refiero solo a los futbolistas de la selección o a Falcao. También lo prueban Nairo Quintana, Rigoberto Urán y los ciclistas, Catherine Ibargüen, y Julio Teherán y los otros cuatro peloteros de las grandes ligas. Se forman desde muy jóvenes en otros países, con entrenadores profesionales y bajo rígidos códigos de disciplina y conducta, se foguean con los mejores del mundo, se acostumbran a participar de los campeonatos más exigentes, tienen sicólogos que los ayudan a superar el estrés de la competencia y a no perder la cordura con las inmensas fortunas que ganan. En consecuencia, asumen la actividad deportiva como verdaderos profesionales de élite.La tercera, que esos futbolistas, ciclistas, pesistas, beisbolistas, muestran que hay una base humana de muy alta calidad que, si se le da la oportunidad, puede alcanzar el cielo. La mayoría viene de la pobreza y muchos han sufrido la violencia. Aun así, su resiliencia es extraordinaria. Superaron sus circunstancias, progresaron, se hicieron deportistas de élite, son buenos seres humanos. Y nos hacen dichosos a los demás mortales. Son, en todo caso, una prueba de capacidad de superación del pueblo colombiano.La cuarta, que el técnico hace una enorme diferencia para alcanzar la excelencia deportiva. No solo fue salir de Maturana, Bolillo y demás, llenos de mañas para decirlo con suavidad, sino que encontramos un entrenador formidable. Pékerman es, además, un extraordinario ser humano, sencillo y cálido, lleno de gestos como el de permitirle Mondragón jugar y pasar a la historia. Si alguna tarea tiene la Federación es la de engancharlo desde ya para el próximo ciclo.

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