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El evangelio de este domingo por el monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo (E) de Caldas (Ant.)

Opinión

¿Por qué los buenos hacemos el mal?

Preguntémonos: si el gran mandato del Señor es que el amor y el espíritu de perdón sean la norma de nuestra vida en los que creemos en Él

4 de junio de 2023 Por: Arquidiócesis de Cali

*Monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo (E) de Caldas (Ant.)

Para nosotros, en la Iglesia, la comunidad cristiana es el templo donde vive Dios, que es “comunidad en la unidad”: Tres personas distintas, pero en esencia un solo Dios. Este es el gran misterio de lo que es Dios en sí mismo: un Padre Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la Tierra: El Hijo Eterno de Dios que se hizo hombre para darnos ejemplo de vida y redimirnos con su muerte y resurrección, y el Espíritu de Dios que vino en Pentecostés con sus dones y carismas a transformar su Iglesia.

También, en forma muy imperfecta, la Iglesia es “comunidad en la Unidad”; el Papa Francisco, en la fiesta de Pentecostés nos hacía ver cómo el Espíritu se posó primero sobre cada uno de los apóstoles, les dio sus dones y carismas, y luego los puso a todos en comunicación: los reunió en unidad. El mismo Espíritu Santo crea la diversidad y la unidad y de esta manera nace su Iglesia: un pueblo nuevo, variado y unido, unidad en la diferencia, y para mantener esa unidad les dio el primer don del Resucitado: el poder de perdonar los pecados que es como el aglutinante, dice el Papa, el cemento que une los ladrillos de esa gran casa que es la Iglesia.

Es así como nosotros, su familia: hijos del Padre, hermanos de Cristo y unidos en el Espíritu Santo, recibimos la fuerza divina para vivir la fraternidad que fruto del amor y el perdón de Dios, debe llegar a todos los rincones del mundo: Esta es la voluntad de Dios y el gran sueño de toda la humanidad, sueño que el mundo actual no ha podido lograr porque quiere una fraternidad sin Dios, cuando solo creyendo en Cristo y en el misterio de la unidad trinitaria, podremos construir nuestro mundo en la unidad y la fraternidad.

Preguntémonos: si el gran mandato del Señor es que el amor y el espíritu de perdón sean la norma de nuestra vida en los que creemos en Él, para poder lograr un mundo mejor para todos, más fraternal, todos tan distintos, pero unidos, ¿por qué tanta división, tanta mentira, tanto odio, tanto afán por separar y no por unir, tanta violencia? ¿Cuál es mi aporte personal: soy un hombre comprometido con un mundo mejor en mi pequeño mundo: la familia, el trabajo, los vecinos?

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