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Es extraño que no se entienda que para arreglar este país es...

14 de febrero de 2013 Por: Benjamin Barney Caldas

Es extraño que no se entienda que para arreglar este país es preciso arreglar las ciudades y no apenas el campo. Que en ellas muere más gente por accidentes de tránsito y la delincuencia común, que por la guerra contra los grupos subversivos o paramilitares dedicados ahora al narcotráfico en campos y selvas. Que aceptemos la guerra impuesta por Estados Unidos contra la producción de drogas mientras allá legalizan o toleran cada vez más su uso.Que para arreglar las ciudades se necesite un plan a largo plazo, y que tiene que ser integral sobre el uso del suelo y la movilidad y servicios públicos. Que no se vea que el verdadero desarrollo de las ciudades no puede ser únicamente un negocio de terratenientes urbanos y promotores inmobiliarios, que hacen cambiar o esquivan los planes existentes, llenos de imprecisiones y ambigüedades interpretables y por lo tanto abiertos a la corrupción.Que los que deben ser reelegibles varias veces seguidas son los alcaldes y no los presidentes. Aun cuando es frecuente elegir desconocidos que resultan malos, o que ya se sabe que lo son (como Delgado, que ahora pretende callar a Julio César Londoño porque opina que lo es ¡dándole la razón!), difícilmente se reeligen los buenos que resultan malos (como Petro). La democracia es para quitar a los malos gobernantes sin violencia y no para elegir a los que prometen que van a ser buenos (Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, 1945).Tampoco se entiende que un alcalde debe llevar a cabo el Plan de Ordenamiento Territorial existente, corrigiendo sus errores y haciéndole enmiendas, pero que son de la órbita de los Concejos (como lo debe saber Guerrero). Que un plan que se cambia a cada rato no puede ser tal, ni tampoco uno que no sea integral y general. Que tiene que referirse a todos los aspectos de la ciudad y de la vida en ella, pero ser lo más sintético, sencillo y estricto posible.Para rematar, en los Concejos no entienden que sin la ayuda técnica de las universidades y gremios de urbanistas, arquitectos e ingenieros, no pueden avocar las ciudades en tanto artefactos. Ni que sin la de médicos, educadores, historiadores, sociólogos y economistas no pueden mejorar la vida en ellas. Y los ciudadanos tendrían que entender que tienen que elegir a sus concejales no por sus promesas sino por sus conocimientos, experiencia y buen ejemplo.La gran mentira de nuestras precarias democracias es el voto universal para unos ciudadanos que no tienen la oportunidad de una educación ciudadana, por lo que la mayoría se abstiene de votar al no entender sus derechos y deberes. Que incluya de nuevo geografía, historia y urbanidad, más política y leyes, y nociones básicas de salud, urbanismo y arquitectura. Sólo entendiendo las ciudades y sus edificios podremos respetar la vida de los demás en ellas.Y respetar a los otros es la base de una mejor calidad de vida en unas ciudades en las que en Colombia nos toca vivir, aquí y ahora, y que entre más grandes peores, como Cali, hoy sucursal del Infierno que no del Cielo como fue a mediados del Siglo XX. Por ende nos hace falta “gente peligrosa” que es como Philipp Blom llama a los philosophes de la Ilustración radical, que como Diderot y D’Holbach escribían obras como Le Christianisme dévoilé, 1756.

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