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Lo que en verdad está en juego

El proceso se ralentiza y eso genera desasosiego. Los más satisfechos son...

23 de octubre de 2013 Por: Philip Potdevin

El proceso se ralentiza y eso genera desasosiego. Los más satisfechos son los insatisfechos con los resultados tan tenues al cumplirse el primer año de negociaciones. Eso les da argumentos para lanzar cargas de profundidad pues Santos se comprometió a que era asunto de meses, no años. Ahora el gran punto a resolver gira en torno a si es necesario suspender las negociaciones hasta después de agosto del 2014. Los ritmos de las partes no coinciden. El gobierno tiene poco tiempo y las Farc todo el tiempo: llevan 50 años en su lucha, ¿qué importa entonces uno o dos años más? Han visto pasar once presidentes desde cuando a ‘Marulanda’ le robaron unas gallinas. Sus líderes actuales apenas balbuceaban cuando eso sucedió.Vista de modo superficial la negociación no va para ninguna parte y si tiene alguna dirección es en sentido de una con demasiadas concesiones del gobierno a una guerrilla que ya muchos creían debilitada y casi al borde de la derrota. Por lo mismo, para esas personas es un diálogo donde el gobierno tiene poco que ganar y mucho que perder y la guerrilla mucho que ganar y poco que perder. Es posible que así sea… si se mantiene una mirada miope y con intereses particulares de por medio.Lo que de verdad está en juego es más que una paz negociada; más que la cesación de 50 años de hostilidades, más que una justicia transicional que abra las puertas al perdón y a la reconciliación nacional. ¿Qué es entonces lo que se está jugando el país?Es, sin más preámbulos, aquello que se le ha escapado por 200 años, desde la patria boba. Es aquello que es toda nación que ha logrado la estabilización, la prosperidad y el desarrollo de sus gentes para constituirse como nación, como pueblo, como identidad. Entonces lo que está en juego es un proyecto nacional que por una vez logre lo que ha sido imposible hasta ahora, si bien la Constitución del 91 apenas entreabrió la puerta: un proyecto que permita experimentar lo que es la colombianidad o la colombianía como lo llama el profesor Maldonado de la Universidad del Rosario. Es triste admitirlo, que el proyecto identitario nacional lo hayan alcanzado otras naciones y aquí no. Aquí todo nos llega tarde, hasta la muerte, como decía el poeta y la colombianidad nos está llegando tarde, tarde. El país tiene hambre de un verdadero proyecto nacional, social, amplio, inclusivo, igualitario, y por supuesto sin los errores cubanos y venezolanos a todas luces vistos y que se sacuda la persistencia y pestilencia de las miasmas de la Regeneración, de las hegemonías partidistas y de clase que nos persiguen como fantasmas.Colombia ha vivido a contrapelo de la historia de su continente en asuntos científicos, artísticos, políticos, geo-políticos, filosóficos y sociales. Nuestra nación no ha logrado cogerle el paso al hemisferio. Qué anacrónicos parecen hoy esos diálogos de La Habana. ¡Pero qué necesarios son! Qué le vamos a hacer, si nuestra historia nos ha pasado por delante y no hemos aprendido a aprovecharla.