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Sí, fue un día histórico… para las Farc

Tenían razón quienes calificaron de “histórico” el acuerdo suscrito entre el presidente...

28 de septiembre de 2015 Por: Pedro Medellín

Tenían razón quienes calificaron de “histórico” el acuerdo suscrito entre el presidente Santos y ‘Timochenko’, sobre los mecanismos que debían regular la justicia en el fin del conflicto armado. Y más histórico fue para las Farc: 1) Por primera vez, estaban sentadas de tu a tu con el gobierno colombiano, con el aval de Cuba, Noruega, Venezuela y Chile, suscribiendo un acuerdo con el Estado colombiano que va a modificar la estructura jurisdiccional del país; 2) Porque habían logrado imponer su tesis de que no iban a pagar un solo día de cárcel por los delitos cometidos.Lo digo porque, una cosa es estar recluido en un centro penitenciario para pagar una pena impuesta por haber cometido delito que lesiona lo más profundo de la condición humana, y otra muy distinta es cumplir esa misma pena en condiciones de restricción de libertad en un lugar que, por más austero y vigilado que sea, no fue construido con ese fin. Una cárcel es eso: un centro de castigo. Un lugar que hace saber que existen unos códigos mínimos de comportamiento. Y quien ingrese a ella es porque los ha transgredido y merece ser castigado. El tiempo que dure es proporcional al castigo que debe pagar, para reparar el daño hecho a la sociedad. Pero la cárcel también tiene un poder simbólico: le dice a los ciudadanos que quien vaya a infringir las leyes, lo hace a riesgo de caer en ella. Para el caso de los combatientes en una guerra, sean soldados o guerrilleros, la legislación establece que quien haya quebrado las reglas de la guerra (cometido genocidios, masacres, bombardeado un acueducto o una iglesia, o reclutado menores para la guerra), merece un castigo, pues ha hecho un daño a la condición humana y a la sociedad. Y para cumplir con ese castigo está la cárcel. Y en la medida en que miembros de las Farc, han sido responsables de muertes de no combatientes, por ejemplo en los casos de la bicicleta bomba en un barrio pobre al sur de Bogotá, la bomba en el Club el Nogal, o el ataque con explosivos a una iglesia en Bojayá, por el daño causado, no puede ser recluido en un lugar distinto a una cárcel. No es un mensaje positivo a la sociedad, que ya aceptó que la pena se reduzca de 40 o 60 años, que merecerían a solo 5 u 8 años según la gravedad del hecho. A esa impunidad es la que se refiere, por ejemplo, el director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco. Anders Kompas, recordaba cómo “Combatir con honor era combatir sin temor, sin vacilación y, por implicación, sin engaño”… “El honor del guerrero era tanto un código de pertenencia como una ética de responsabilidad. Donde se practicaba el arte de la guerra, los guerreros distinguían entre los combatientes y los no combatientes, los blancos legítimos y los no legítimos, las armas morales y las inmorales, y los usos civilizados y aquellos bárbaros en el tratamiento de prisioneros y heridos”… “El Acuerdo de Ginebra reunió el honor del guerrero europeo y buscó hacerlo universal, o sea, que abandonara su sesgo particularista y brindara su protección a todas las personas, sin importar bajo cuál bandera combatieran”. Usar explosivos para atacar a una comunidad pobre en un barrio del sur de Bogotá o a una que no lo es en un club social, no honra a ningún combatiente. Por fortuna, el acuerdo tal como está, no pasa los filtros de constitucionalidad, ni garantiza la condición de justicia que exige la Corte Penal Internacional. Nada está aprobado. El gobierno y las Farc (ahora que tuvieron su día histórico) deberían aprovechar para rectificar. Aunque sea para rendir homenaje al honor militar.