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¿Por qué se desplomó Duque?

Nadie esperaba que la imagen favorable de Iván Duque cayera 30 puntos a solo unas pocas semanas de haber asumido la Presidencia.

18 de noviembre de 2018 Por: Pedro Medellín

Nadie esperaba que la imagen favorable de Iván Duque cayera 30 puntos a solo unas pocas semanas de haber asumido la Presidencia. La mayoría de los análisis atribuyen la caída, a la manera como el gobierno concibió y tramitó la iniciativa de poner IVA a la canasta familiar.

Sin embargo, hay otras razones más de fondo que vale la pena considerar. Por ejemplo, hace poco, durante un foro en Barranquilla, al presidente Duque se le ocurrió proponerle a Carlos Vives que se lanzara a la Alcaldía de su ciudad, diciendo: “Como yo no me puedo meter en política, no puedo decir muchas cosas, pero yo creo que todos los que estamos acá algún día quisiéramos verlo a usted como Alcalde de Santa Marta”.

La respuesta de Vives fue sorprendente: “¡No aspiro a más nada, porque no sé hacer nada!, no estoy preparado ni siquiera para la administración de mis cosas, mucho menos para la administración de las cosas de todos ustedes. Necesitamos gente seria en eso. ¡Esa es la verdad!”

La respuesta puso al descubierto el problema que tenemos los colombianos: creemos que para gobernar basta con ganar las elecciones, que lo demás se va haciendo por el camino. Que lo que cuenta es ser bueno para resolver problemas y estar cerca de la gente. Pero Vives nos recordó que para gobernar hay que saber y, más importante, estar preparado.

Puede sonar duro, pero creo que al Presidente le pasó lo mismo. Se preparó para ganar las elecciones, pero no para gobernar. En el trayecto hacia su posesión en el cargo, cometió errores que parecían pequeños, pero que se fueron acumulando y le han pasado factura muy rápido:
1) Su apuesta por un cambio generacional en el Gobierno, pero sin estar apoyado en la experiencia y conocimiento de los más veteranos. Su respeto por la buena formación académica, lo llevó a conformar un equipo con gente joven (en algunos casos ni siquiera conocida), pero que no tenía idea de cómo funcionaba el sector público;

2) Cayó en la trampa de sus opositores que, bajo el argumento de que sería un títere, lo llevaron a un distanciamiento de Uribe y del Centro Democrático, que cortó el contacto con la gente que había trabajado en su campaña y había votado por él. Duque creyó que, él solito había ganado las elecciones y que no tenía compromisos con nadie;

3) El proceso de empalme con el gobierno saliente, fue confiado a un grupo inexperto, que no tenía ni idea de cómo se lleva a cabo un proceso de esta naturaleza. Creyó que se trataba de un proceso técnico que se podía tramitar con unos formatos tan complejos como inútiles.

En este escenario, era evidente que no se lograría estructurar una agenda de gobierno que le permitiera a Duque, contar desde el inicio con un equipo de trabajo completo y una hoja de ruta que señalara el camino a seguir; tampoco una agenda legislativa que especificara las reformas a tramitar en el Congreso; y menos una agenda de trabajo con los gobiernos territoriales para facilitar la transición hacia una nueva forma gestión gubernamental. Desde el inicio, todo quedó dependiendo de las urgencias del día a día.

La presión de los anuncios de las movilizaciones de Petro, metieron al Presidente y su equipo en un activismo que les ha impedido sentarse a trabajar en sus escritorios, para definir el “hacia dónde vamos” que tanto le reclaman los colombianos.

Con un gobierno saliente que le dejó raspada la olla de las finanzas, la administración pública llena de despilfarro y conductas corruptas, y unos equipos directivos politiqueros y resistentes al cambio, era natural que los errores cometidos por el nuevo gobierno le explotaran en la mano.

Por fortuna ha ocurrido muy temprano y hay margen para rectificar el camino. Ojalá que sea de la mano de su fórmula presidencial, a la que tampoco ha sabido sacar provecho para bien del país.