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Perdón y la reconciliación

¿Qué pasa cuando ese dolor infligido ha superado los límites de lo humano, de lo soportable?, ¿debemos dejar en manos de la víctima la tarea de que se levante y sea ella la que lleve al arrepentimiento a su victimario?

9 de abril de 2017 Por: Pedro Medellín

La visita del papa Francisco a Colombia ha despertado toda clase de expectativas y aspiraciones. Incluso, un grupo de víctimas del Club El Nogal, que venía trabajando con las Farc un acuerdo para realizar actos de verdad, perdón y reconciliación, ha pedido que sea el argentino quien conduzca estos actos, o que al menos sirva de testigo de excepción.

Más allá de cual sea la condición en la que participe el primer jerarca de la Iglesia, hay asuntos que ha planteado y que pueden resultar realmente útiles. Uno de esos asuntos es el de la justicia.
Hace más de un año dedicó una de sus Audiencias Generales al tema de la justicia perfecta y la misericordia infinita. Allí afirmaba que “si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de una injusticia se dirige al juez en un tribunal y pide que se haga justicia”...“Pero este camino no lleva todavía a la verdadera justicia porque en realidad no vence el mal, sino simplemente lo circunscribe”.

Para Francisco hay otro modo de hacer justicia: “Se trata de un procedimiento que evita recurrir a un tribunal y prevé que la víctima se dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudándolo a entender que está haciendo el mal, apelándose a su conciencia. En este modo, finalmente arrepentido y reconociendo su proprio error, él puede abrirse al perdón que la parte agraviada le está ofreciendo”.

No hay duda de que pueda ser un camino ideal. Pero la experiencia ha demostrado que no basta procurar que una víctima se levante del dolor infringido sin piedad por su victimario. Se levante frente a él y mirándolo a los ojos lo perdone y a través de ese perdón, lo haga arrepentirse y reconocer su error. Eso me habla de la grandeza del ser humano, de las maravilla que su puede alcanzar. Pero no de la paz social que se pueda lograr.

¿Qué pasa cuando ese dolor infligido ha superado los límites de lo humano, de lo soportable?, ¿debemos dejar en manos de la víctima la tarea de que se levante y sea ella la que lleve al arrepentimiento a su victimario? ¿Y los demás?... Los vecinos, amigos, familiares, hermanos, conocidos o simplemente conciudadanos ,¿limitamos nuestra tarea a acompañar a las víctimas? ¿Es eso ser solidario? Y frente a los victimarios, ¿los acompañamos en su camino de recuperación de la conciencia? ¿Es allí donde entra la misericordia infinita?

No hay duda de que, ante la visita del Papa y pensando en el fin del conflicto con las Farc, hay que hacer una distinción de fondo. Una cosa es el perdón. Que es un hecho individual. Una construcción personal e intransferible. Allí, puede ser que el encuentro de la victima con el victimario, confiera paz interior a los individuos. Y que sea esa paz interior la que le permita levantarse a uno y otro y reencontrarse con la sociedad. Este, muy seguramente, es el ámbito de la justicia perfecta de la que habla el papa Francisco.

Pero otra cosa muy distinta, es la reconciliación. Que es un hecho colectivo. Una construcción en la que cada ciudadano debe ser participe y hacer su propio aporte. Es la condición sin la cual, las sociedades no abandonan la guerra para entrar en el camino de la paz. Es decir, el de la convivencia. Y este es el ámbito de la justicia de los tribunales que rigen una organización social y a la que los individuos se someten como condición para asegurar el mantenimiento del orden social. Es la justicia en la que la pena aplicada al culpable, busca asegurar su arrepentimiento y la garantía de la no repetición.

Ese es el duro camino que nos espera. Procurar por todos los medios que la justicia de los tribunales asegure el paso a la reconciliación, así como la justicia perfecta conduce al perdón. Esa será la gran contribución de Francisco. Enseñar, que se trata de dos caminos distintos. Hay sociedades en que el perdón no necesariamente asegura la reconciliación. Pero la reconciliación no siempre se construye desde el perdón.