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La oposición caudillista

El país y el gobierno necesitan de una oposición política seria y con un proyecto político estructurado y de largo alcance.

9 de septiembre de 2018 Por: Pedro Medellín

Los movimientos caudillistas son aquellos cuya composición y actuaciones se definen por seguir a un caudillo. Su cotidianidad está determinada por él. Sus mecanismos de organización, procedimientos administrativos, sus funciones legislativas y sus intervenciones políticas están sometidos a su control inmediato y directo. Al caudillo se le atribuyen unas condiciones sobrenaturales tales que lo hacen ver como el líder providencial del que depende todo lo que ocurre. Y ese poder no proviene de lo que él diga o deje de decir, sino de la adhesión más allá de la razón de sus seguidores.

Pero los movimientos caudillistas no sólo son aquellos que se constituyen para seguir a su líder. También lo son aquellos que con el propósito de combatirlo terminan reproduciendo los mismos comportamientos y actitudes que tienen los incondicionales del caudillo. En su oposición frenética, les atribuyen las mismas cualidades que le ven los seguidores de aquel. No importa que las valore en el sentido exactamente contrario y muestre sus implicaciones. Las consecuencias son las mismas. Cada vez más su estrategia y sus acciones opositoras están determinadas por el caudillo. A él se le imputan todos los horrores y las desgracias; es responsable de todo lo malo que ocurre. El caudillo es el objeto sobre el que se debe concentrar todos los esfuerzos, sin darse cuenta que con ello lo hace más fuerte.

Es lo que sucede con buena parte de la oposición política colombiana. Cada vez se ha vuelto más caudillista. Creen que todo le pasa es por Álvaro Uribe. El expresidente se les ha convertido en el único referente de su acción política. Los debates, las discusiones, las denuncias, todo comienza y termina con Uribe. A él se le atribuye todo lo sucedido. Lo malo y lo peor.

No hay duda, por andar pendiente de Uribe la izquierda ha perdido perspectiva. ¿Cuál es el proyecto político que hoy tiene, más allá del combate a Uribe? ¿Cuál es la agenda de trabajo con las comunidades, más allá de movilizarlas en la calle? ¿Más asistencialismo, que es lo único de lo que han sido capaces cuando han gobernado? ¿Qué pasó con la lucha ambiental que promovían en campaña? ¿Qué proyectos de ley están tramitando para lograr la transformación ambiental que prometían?

Cada vez más la acción de la oposición política es más de forma que de fondo. Su pobreza política ha llegado a tal nivel, que todo el eje de su acción política ha terminado en la invocación de la lucha contra la corrupción. Pero no porque se trate de una acción estratégica para plantearse como una opción política de poder para los ciudadanos. Su lucha no es contra los corruptos. Si lo fuera, apuntaría a los mecanismos que opacan el manejo de los recursos públicos. ¿Quién dijo que con reducir los salarios de los congresistas o hacer públicas sus declaraciones de renta se combaten las prácticas corruptas?

Si fuera una lucha contra la corrupción de verdad, se levantarían firmes para impedir, por ejemplo, la degradación de la justicia que ellos mismos promueven cuando, por ejemplo, permiten que los derechos de los victimarios estén por encima de los derechos de las víctimas. Pero si aún la lucha fuera contra los corruptos, en concreto, la oposición y la izquierda en particular necesitan tener una perspectiva política que les permita ser una alternativa de gobierno, que vaya más allá de las simples medidas asistencialistas.

El país y el gobierno necesitan de una oposición política seria y con un proyecto político estructurado y de largo alcance. Que en el ejercicio del control político, la oposición ponga un listón de exigencia tan alto al gobierno, que les garantice a los colombianos unas políticas de mayor calidad y alcance. El caudillismo es una consecuencia de una sociedad desarticulada y unas instituciones resquebrajadas. Superarlo es una necesidad para todos.