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El doble discurso

Resulta paradójico, que sean las Farc las que convocan a la juventud, para “reflexionar y acordar tareas sobre los retos y compromisos que nos impone la construcción de una paz estable y duradera para el país”,

6 de mayo de 2018 Por: Pedro Medellín

Resulta paradójico, que sean las Farc las que convocan a la juventud, para “reflexionar y acordar tareas sobre los retos y compromisos que nos impone la construcción de una paz estable y duradera para el país”, cuando durante años su actividad no fue otra que la de impulsar la producción y distribución de los narcóticos que acosan a los jóvenes en las universidades y colegios. Y más paradójico resulta todavía, que sean los mismos que, después de haber firmado los acuerdos, hayan resultado involucrados de manera formal en negociaciones con los carteles mexicanos, para seguir con el negocio de la droga.

Claro que las Farc no han dudado en salir a calificar de montaje judicial la captura de ‘Santrich’. Incluso han llegado a considerarla una conspiración internacional contra el proceso de paz. Y en ese propósito no han perdido oportunidad para hacer la ‘denuncia’.

El problema está en que, en su defensa, han dejado ver un doble discurso, que hoy ya los ha dejado sin piso político.

Es lo que le está ocurriendo, ahora que comienza la reunión de la ‘Comisión de verificación y acompañamiento internacional para la implementación del acuerdo’, de la que hacen parte los expresidentes Felipe González y José Mujica. Ha sido éste último, quien en reunión con los miembros del Consejo Político Nacional (CPN), previo a la sesión de la comisión y luego de escuchar su versión ha dicho: "Llama poderosamente la atención por las circunstancias en las que se da su captura. Tengo la impresión de que hay una poderosa fuerza que opera en contra del proceso de paz y esto es peligroso para Colombia y toda nuestra América".

Mujica tiene la razón. Primero, cuando dice que “llama la atención por las circunstancias en las que se da la captura [de ‘Santrich’]”. Es claro. Nadie entiende todavía, cómo ‘Santrich’ se involucra en una conspiración para sacar del país diez toneladas de cocaína, luego de haber sido amnistiado, a pesar de tener serios cargos en su contra; de no tener que pagar un día de cárcel por los delitos de lesa humanidad en los que pudo haber participado; que el máximo castigo (que en el acuerdo se llama ‘sanción’) que va a recibir por esa posible participación será limpiar un parque público, participar en un acto de desminado o asistir a la inauguración de un monumento en homenaje a las víctimas; y, como si fuera poco, haber sido designado como Representante a la Cámara en una de las cinco curules asignadas a las Farc.

Y segundo, Mujica no se equivoca cuando dice: “tengo la impresión de que hay una poderosa fuerza que opera en contra del proceso de paz y esto es peligroso para Colombia y toda nuestra América”. Es obvio. Esa fuerza es el narcotráfico. Es la que está alimentando la guerra y, que por lo visto con los dirigentes de las FARC, tiene presos en sus garras no sólo a los consumidores, sino también a los productores y expendedores. De allí no pueden salir, allí no hay dinero que valga. El que entra, ya jamás puede salir.

La captura de ‘Santrich’, se ha convertido en el broche que cierra la carpeta de sus incumplimientos a los acuerdos. La desconfianza que han ido amasando con la supuesta entrega de las armas, o con las escobas, traperos y demás utensilios relacionados en el ‘inventario de bienes para contribuir a la reparación de las víctimas’, o con el amañado acto de reconocimiento de responsabilidad y perdón con las víctimas del Club El Nogal, han dejado sin piso político a las Farc.

Paradójicamente, hoy son víctimas de ese doble discurso que han incubado desde octubre de 2012, con el inicio de las negociaciones para el fin del conflicto armado. Y que les ha hecho perder la consistencia política, el respeto ciudadano, y –sobre todo- el poder moral para exigir al gobierno que cumpla con lo firmado en los Acuerdos, o que avance en la lucha contra las drogas, porque hay que salvar a la juventud de ese flagelo.