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Desilusión e incertidumbre

La expectativa era muy grande. Muchos socios del Club El Nogal se...

30 de mayo de 2016 Por: Pedro Medellín

La expectativa era muy grande. Muchos socios del Club El Nogal se habían reunido a preparar las preguntas que le harían al presidente Santos. La llegada a La Habana de alias ‘El Paisa”, condenado por su responsabilidad en la explosión de la bomba que en febrero de 2003 dejó 36 muertos y más de 150 heridos, había removido el dolor y la rabia que desde entonces muchos han tratado de aplacar. La oportunidad para hablar de ese y otros temas, se abrió cuando se anunció para el martes 24 pasado, un conversatorio con el presidente Santos sobre el tema: “¿Cómo liderar empresa en un país que supera el conflicto?”. El evento se realizaba en alianza con la Presidencia en el marco de su programa ‘La Conversación más grande del mundo’, cuyo objetivo “es generar un plan de movilización social y de pedagogía para incentivar la participación ciudadana y la deliberación pública durante la transición hacia la paz”.Para Santos la oportunidad no podía ser mejor. Un lugar y una comunidad atacada con ferocidad por las Farc, que tuvo que rehacerse sola y por completo, y que frente a las negociaciones de La Habana ha tenido tan buena disposición, como grandes dudas y preocupaciones. Era el escenario ideal para que las víctimas directas e indirectas que dejó el ataque terrorista (más de 1500 empresas y 1200 familias estaban registradas en ese momento como socias de El Nogal, y cerca de 700 empleados), pudieran entender con precisión lo que el gobierno entendía cuando suscribió en los conceptos tales como “restricción de libertades”, “acuerdos especiales”. Y sobre todo precisara si era cierto que en La Habana, a pesar de existir fallos judiciales condenatorios contra alias ‘El Paisa’, las Farc no aceptaban la responsabilidad de ese ataque como expresó en una entrevista el asesor español de las Farc, Enrique Santiago.Sin embargo, lo que parecía una oportunidad de diálogo sincero, se perdió en recurrentes invocaciones a la paz. El formato del conversatorio terminó ahogando sus objetivos. Para comenzar, la conversación se redujo a Santos y 4 presidentes de empresas (una multinacional de bebidas, una empresa de correos, una caja de compensación y una pequeña empresa de innovación), que muy poco tenían que ver con las preocupaciones de los miembros de El Nogal, y que -con la excepción del microempresario- menos tenían que aportar al propósito del programa presidencial. Ni las familias ni los trabajadores, víctimas del ataque, habían sido consideradas para intervenir en la conversación. Luego, el papel de presidente Santos como moderador, conductor de la conversación, y panelista, terminó en una exaltación sobre las virtudes de vivir en paz. Pero las preocupaciones de fondo, no fueron consideradas. Y cuando, debía abrirse el espacio para las preguntas de los asistentes, el conversatorio terminó.Pese a las posibilidades del evento, el saldo fue de incertidumbre y decepción. Incertidumbre, porque a pesar del positivo discurso presidencial, los asistentes todavía no saben que es lo que se está acordando en La Habana. Y la claridad que exigen los puntos de fondo, no quedó sino en ambigüedades y declaraciones grandilocuentes. No hubo precisiones ni compromisos concretos que se han asumido. Y decepción, porque se perdió una oportunidad de oro para haber dado un buen ejemplo que como conversar sincera y constructivamente para transitar a la paz.Las víctimas de El Nogal han sido en extremo generosas, en su disposición a perdonar; discretas en el momento de acusar; y proactivas a la hora de proponer. Pero así como las Farc tienen que asumir sus responsabilidades (hasta ahora rechazadas), el Gobierno también está obligado a ser sincero y señalar cual será el horizonte jurídico, político e institucional real al que los acuerdos nos van a llevar. De lo contrario, el remedio será peor que la enfermedad.