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Un libro que hay que leer

Con retardo acabo de leer Historia oficial del amor, un libro de Ricardo Silva publicado hace casi un año, un texto exquisito que cabalga sobre el periodismo, la historia y la ficción, un retrato del autor, de su familia, de su amor, de su ternura, y una radiografía de este país donde, a pesar de habernos generado tanta violencia y tanto miedo, en él, como un sino inevitable, seguimos viviendo.

9 de abril de 2017 Por: Patricia Lara

Con retardo acabo de leer Historia oficial del amor, un libro de Ricardo Silva publicado hace casi un año, un texto exquisito que cabalga sobre el periodismo, la historia y la ficción, un retrato del autor, de su familia, de su amor, de su ternura, y una radiografía de este país donde, a pesar de habernos generado tanta violencia y tanto miedo, en él, como un sino inevitable, seguimos viviendo.

“La historia de cualquier familia es precisamente ese pulso con Colombia”, dijo Ricardo alguna vez. Pero, en este caso, ese pulso se vuelve apasionante porque, por una parte, antepasados de Ricardo Silva vivieron episodios de violencia y estuvieron cerca de acontecimientos fundamentales de la vida nacional y, por otra, el autor narra de manera impecable, de atrás para adelante, con un ritmo que hace que este libro no pueda pararse de leer, esa historia ensangrentada de nuestra pobre y querida Colombia.

Con fecha del 1 de enero del 2015, Silva arranca su relato diciendo “voy a contar hacia atrás la historia de mi familia. Voy a narrar al revés su destino, su karma y su suerte (…) Voy a describir el crimen de 1976, el escándalo de 1969, el duelo de 1935, y todas las persecuciones que nos han hecho sentir condenados a Colombia, pero después de relatar la noche de 1989 en la que por poco nos salvamos de la muerte”. Y en el capítulo final, fechado el 25 de septiembre del mismo año, anota: “Todo lo que se lee aquí es verdad (…), pero es también ficción porque nadie lo creería de otro modo”.

¿Y es que quién puede creer que en esta tierra ocurrieron esos hechos que Silva nos hace volver a vivir, como la toma del Palacio de Justicia, el asesinato de ese gran jurista a quien ya casi no se recuerda, Enrique Low Murtra, los magnicidios de Galán y de Pizarro y la locura y el terror que generaba el narcotráfico?

Ricardo, a través de una narración familiar e íntima, nos recuerda la esperanza fallida que significó Mockus; las épocas de Uribe, de Pastrana, de Samper, de Gaviria, de Barco, de Belisario, de Turbay, de López, de Pastrana (Misael), de Lleras; la muerte de Camilo Torres, la izquierda, el Partido Liberal, el 19 de Abril, el Frente Nacional; los personajes de Laureano y Rojas Pinilla; la dictadura, la violencia, el asesinato de Gaitán; y los gobiernos de López Pumarejo y de Eduardo Santos, hasta llegar al año 32, cuando su abuela, Aurora Buj, se embarcó para Colombia desde Barcelona.

La forma como Silva entreteje los episodios fundamentales de la historia de su familia y de su vida, con los de la historia del país, es magistral. Y conseguir que a pesar del trágico acontecer de nuestra realidad, que aquí se narra en reverso, este libro sea a su vez una historia de amor, es un logro indudable.

“Hoy, en tiempos de tanta desconfianza e incertidumbre”, le dijo Silva hace un tiempo al periodista Carlos Restrepo, “será además un alivio leer la vida de un par de padres íntegros, ni más ni menos que un profesor de física que lee el tarot y una abogada decente -imagínese el logro- que no se deja corromper por nada”.

Y hoy, cuando comienza la Semana Santa y tendremos unos días de descanso, ¡qué grato y productivo sería invertirlos en la lectura de esta novela de Ricardo Silva! A ver si así, por fin, empezamos a apreciar la fortuna que significa para nosotros estar terminando nuestra era de violencia…

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Los habitantes de Mocoa requieren de nuestra solidaridad… ¡ahora! @TODOSCONMOCOA

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