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¡SOS, que venga Mockus!

“¡Por nada de esto tiene que pasar otra mamá, otra abuela, otra...

27 de octubre de 2013 Por: Patricia Lara

“¡Por nada de esto tiene que pasar otra mamá, otra abuela, otra familia!”, exclamó Margarita Ramírez, la abuela de Michel Dayana, la niña de dos añitos que se distrajo mirando una paloma en Bogotá, cayó dentro de una alcantarilla, y murió ahogada por los excrementos.La tapa se la habían robado, como se roban en Bogotá, en promedio, 140 tapas de alcantarilla al mes, en Cali 90, y en el país quién sabe cuántas; y como se roban las cajillas de desagüe, los cables de la luz y del teléfono, y todo lo que pueden para revenderlo por cualquier plata, unos porque necesitan comer, otros porque les falta dinero para costearse los vicios, y los demás porque son rateros, simplemente.Por supuesto que cuando ocurrió la muerte de la niña, la prensa habló de que había que implementar sistemas para asegurar mejor las tapas, dar la batalla contra los reducidores, mejorar la vigilancia de la Policía, aumentar las sanciones para los responsables, etc., etc., etc.¡Todo eso es verdad! Pero aquí lo se requiere es aprender a mirar las cosas de otro modo: por ejemplo, ¿han pensado esos ladrones en que por robarse una tapa de alcantarilla o un cable de teléfono pueden convertirse en asesinos? Porque resultó volviéndose asesino el ladrón de esa tapa cuya ausencia mató a la niña, como puede volverse asesino quien se roba un cable de teléfono en el campo, donde tanto fallan las señales de celular y se requiere, por ejemplo, llamar a una ambulancia que lleve a un hospital a una persona con infarto. Y si de casualidad, quien requería la ambulancia y murió porque ella no llegó a tiempo, o quien se cayó en la alcantarilla sin tapa hubiese sido la madre del ladrón, ¡él mismo se hubiera convertido en el causante de la muerte de su madre!Es que ese generalizado prurito de anteponer el bienestar personal al de los demás, y los derechos propios a los derechos de los otros, lleva a la sociedad a una anomia peligrosa. Y eso es justamente lo que nos está pasando: los colombianos no tenemos una escala clara de valores, no conocemos el civismo ni la conciencia de lo público, y aquí todo acaba volviéndose relativo: hace varios años, María Mercedes Cuéllar de Martínez contrató un estudio de valores que dejó claro que la respuesta más generalizada a las preguntas sobre si una conducta es buena o mala, es “todo depende”. ¿Es malo o bueno pasarse un semáforo en rojo?, se preguntaba. “Todo depende”, contestaba la mayoría.Por eso, la prioridad del gobierno debería ser realizar una gran campaña para crear conciencia ciudadana, para volver sagrados los bienes públicos, y para convencer a los colombianos de que las normas de convivencia deben respetarse, y de que sus derechos son muy importantes, pero llegan solo hasta donde no ponen en riesgo los de los demás.Dada la crisis de civismo y de conciencia ciudadana que vivimos en Colombia, sería ideal que el gobierno, o alguna institución, contratara al gran comunicador que es Antanas Mockus para que se invente una inmensa campaña que llegue hasta los lugares más recónditos del país, y nos enseñe que los bienes públicos también son sagrados, como lo es la vida.Porque no podemos llegar al punto de que la solución sea ponerle un policía a cada alcantarilla, pues, si seguimos así, ¿quién cuida al policía?¡Lo que hay que lograr es que no se roben las tapas! Y que si alguien lo hace, el rechazo que sufra de parte de sus allegados sea tal, que no se le ocurra volver a hacerlo.