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Qué falta haces, Galán

En fin, los recuerdos se me agolparon durante ese espléndido concierto del martes y, en silencio, esa noche, le dije varias veces: ¿Por qué te dejaste matar, Galán? ¡Qué falta me haces, Luis Carlos!

25 de agosto de 2019 Por: Patricia Lara

Las imágenes y la oratoria poderosa de Luis Carlos Galán llenaban el recinto de Movistar Arena de Bogotá, la noche del pasado 21 de Agosto, cuando su familia y la fundación que lleva su nombre realizaron un impactante concierto para honrar la memoria de este líder formidable a quien hace 30 años asesinaron por intentar purificar las costumbres políticas en Colombia y combatir la contaminación del narcotráfico en la política.

Pero a medida que escuchaba su voz y veía las distintas fotografías suyas proyectadas en la gran pantalla, se despertaba en mi no sólo la rabia y la frustración que al país le produjo su muerte, sino la nostalgia por la ausencia del amigo, del compañero de trabajo, de ese Luis Carlos a quien conocí a fines de 1975, cuando renunció a la embajada en Italia para trabajar como codirector de la revista Nueva Frontera, dirigida por el expresidente Carlos Lleras Restrepo, de la cual yo era gerente y coordinadora de redacción. Entonces lo evoqué, tantas veces vestido de verde, en su oficina de la vieja casona de la Sociedad Económica de Amigos del País, comunicada con la mía, a la cual yo entraba y salía para consultarle cosas o preguntarle dónde estaba tal o cual papel... Entonces Luis Carlos, muerto de la risa, me señalaba los cerros de papeles que, como si fuera un juzgado, acumulaba en distintos sitios del piso de su oficina, y me decía: “en esa zona”.

O lo vi escribiendo a mano con esa letra suya que siempre iba en ascenso. O lo recordé contándome las peripecias de sus giras por Santander, a donde viajaba en compañía de su primo Alfonso Valdivieso, en ese jeep que acabó por afectarle la columna vertebral. O lo evoqué en la campaña al Concejo de Bogotá en 1976, cuando él aún no había comenzado a hacer política y nos acompañaba a Luis Guillermo Sorzano (q.e.p.d) y a mí a echar discursos en los barrios. O repasé la foto que tengo en mi estudio en la que Luis Carlos está a mi lado en la inscripción de mi candidatura al concejo de la capital. O lo vi después, cuando él era el líder del Nuevo Liberalismo, pronunciando discursos formidables en Fusgasugá, en Bogotá o en Neiva, junto a Rodrigo Lara, ese otro gran amigo mío asesinado también.

O lo recordé promoviendo el equipo de fútbol de la revista, del cual su hijo Juan Manuel y mi hijo Jorge eran las mascotas. O lo vi, radiante, acompañando en la clínica a Gloria, su esposa, quien acababa de tener a su hijo menor, Carlos Fernando. O lo recordé en los consejos de redacción que hacíamos en casa del doctor Lleras en los que él se empeñaba en modernizar la revista; en abandonar ese formato enorme que se inventó Lleras y en adoptar uno de revista normal; en los que Luis Carlos proponía temas interesantes y aportaba comentarios informados de política internacional; en los que convenció a Lleras de inaugurar una serie que se llamó Documentos Nueva Frontera en la cual se publicó, por ejemplo, la nueva Constitución Cubana y en los que le dijo que él quería escribir una columna que se llamara ‘Por una nueva manera de hacer política’, columna que escribió mientras trabajó en la revista y en la cual esbozó todas sus propuestas.

En fin, los recuerdos se me agolparon durante ese espléndido concierto del martes y, en silencio, esa noche, le dije varias veces: ¿Por qué te dejaste matar, Galán? ¡Qué falta me haces, Luis Carlos!

                                                                            ***

Nota: Por vacaciones, esta columna reaparecerá el 20 de Octubre.

Sigue en Twitter @patricialarasa