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Lecciones del África

Al regresar de Ghana y de Sudáfrica me he preguntado por qué,...

31 de julio de 2016 Por: Patricia Lara

Al regresar de Ghana y de Sudáfrica me he preguntado por qué, en Accra, la capital del primer país, donde no hay blancos, a pesar de la pobreza, las personas son amables, cantan, bailan, parecen felices, y la gente del común le sonríe a los turistas a quienes, seguro, por el color claro de su piel, miran como a seres raros y, en cambio, en Johanesburgo, la capital sudafricana, una ciudad desarrollada, los negros se comportan con agresividad y el rencor y la rabia asoman en sus ojos.Tal vez ocurra que aunque en Gahna la independencia está reciente, pues los británicos dominaron hasta mediados de los años cincuenta, cuando se fueron del país llevándose las riquezas sin dejar ni sus rastros (no vi siquiera un edificio construído por los británicos), los ghaneses se quedaron solos, en su territorio, viviendo a sus anchas en su mundo tribal.En Sudáfrica, en cambio, el asunto fue muy distinto. Los británicos y los holandeses flamencos, y algunos otros europeos, llegaron a ese extremo sur del África, un lugar estratégico por cuyos mares navegaban los barcos que iban y venían de Europa a Asia, y resolvieron asentarse ahí y disputarse el territorio entre ellos y, lo que es peor, robárselo a los nativos de la región.Fue así como, por ejemplo, durante el abominable régimen del apartheid, decidieron que la inmensa mayoría de la tierra de Sudáfrica le pertenecía a la inmensa minoría blanca. Y establecieron que la educación de calidad y la universitaria no fueran accequibles para los negros y así perpetuaban su inferioridad. Y separaron los barrios y los colegios y los buses y hasta las Iglesias de los blancos y las de los negros.Y esa discriminación y esa humillación ocasionadas por esos extranjeros que decidieron que ese lugar iba a ser solamente para ellos porque sí, porque por ser blancos se creían superiores y dueños de todo, causaron tantos estragos que, después de más de veinte años de concluido legalmente el apartheid, gracias a la lucha de Nelson Mandela, el rencor se refleja aún en la mirada triste y enfurecida de la gente. Y ese odio entre razas tiende a continuar. Entre otras razones porque en los colegios de los blancos les enseñaban a los niños que “los negros eran como animales” y que, como tales, había que tratarlos, porque ellos lo que querían era hacerles daño a los blancos. Y esos niños de entonces hoy tienen de treinta años para arriba; es decir, que son quienes manejan el país de un lado y de otro. Y es que en Sudáfrica hay otra diferencia: que allí los blancos llegaron para quedarse y construyeron ciudades modernas y desarrolladas y, por ello, no están dispuestos a irse y abandonarlo todo así no más.Es de esperar que el odio racial vaya cediendo en Sudáfrica… Pero hoy quise poner el ejemplo de las devastadoras secuelas que el racismo dejó en ese país, porque sociedades como la caleña o la cartagenera, que tienden a creer que ciertos barrios, y lugares, y oficios, y puestos directivos de las empresas, sólo son aptos para los blancos, y les están vedados a los negros, deben hacer una profunda reflexión al respecto: es que es muy hondo el resentimiento que deja la discriminación racial. Y una humillación de ese calibre, la mayoría de las veces, se vuelve imperdonable…www.patricialarasalive.com