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La justicia herida

Sigifredo López permaneció casi tres meses preso por una acusación absurda: ser...

30 de septiembre de 2012 Por: Patricia Lara

Sigifredo López permaneció casi tres meses preso por una acusación absurda: ser cómplice de su secuestro y del de otros once diputados del Valle, quienes fueron asesinados por las Farc, y con quienes él soportó el más duro cautiverio. Y después de aparecer en la prensa prisionero y sospechoso de ser el más desalmado de los traidores, la Fiscalía le concedió libertad condicional y, mes y medio más tarde, reconoció su equivocación la cual, desde un principio, advertimos en este espacio, basados en lo que era evidente, y sin que jamás hubiéramos cruzado palabra con Sigfredo López: que el exdiputado es inocente. Por ello la Fiscalía precluyó su investigación, y lo absolvió de todo cargo.Y el fiscal general, Eduardo Montealegre, agregó, convencido tal vez de que así solucionaría el despropósito: “La Fiscalía le ofrece disculpas a Sigifredo López por sus actuaciones y por la privación de la libertad de que fue objeto durante varias semanas como consecuencia de la medida de aseguramiento".¿Y pare de contar? ¿Qué tal que López hubiera sufrido un infarto como reacción a lo sucedido? ¿O que le hubiera dado una isquemia cerebral como le ocurrió al exsenador Álvaro Araujo (de cuya inocencia estoy convencida), afortunadamente sin consecuencias graves?Atemorizar a sus contrapartes con el horror que les produce ir a parar a una de esas cárceles horrendas, donde el hacinamiento viola elementales derechos humanos. Así los llevan a aceptar su culpabilidad y a negociar a su antojo. Desgraciadamente, cada vez con mayor frecuencia se escuchan historias de personas respetables, atrapadas en laberintos infernales generados por la actuación de fiscales corruptos, que se amparan en la ‘majestad de la justicia’ para llenarse los bolsillos a base de encarcelar a inocentes.Algo urgente hay que hacer para depurar el aparato judicial, y para prevenir que, en el futuro, administre justicia gente que no sea idónea e intachable.Como escribí alguna vez, citando a la abogada samaria Victoria Campo, “ninguna reforma a la justicia será viable si en Colombia no se diseña un sistema eficiente de selección del recurso humano. Podemos dedicar el resto de nuestra existencia a expedir normas que cambien el procedimiento, señalen más causales, acorten o alarguen términos o períodos, modifiquen sistemas, aumenten edad, creen más tribunales, impongan diez instancias, etc. Pero si esas leyes las siguen aplicando los mismos seres humanos que hoy administran justicia, estamos destinados al fracaso”.El caso de Sigifredo López tiene que servir para que el Fiscal General y la Ministra de Justicia implementen de inmediato un plan de emergencia que limpie el aparato judicial, saque a los fiscales sospechosos de tener conductas non sanctas y modifique la costumbre de repartir a los cuatro vientos detenciones preventivas basadas en falsos testimonios.¡No puede ser que la palabra de los corruptos prevalezca sobre la de los inocentes!Es de suponer que Sigifredo demande a la Nación y que ella pierda miles de millones que podrían invertirse en la salud o la educación de los más pobres. ¡Y tiene derecho de hacerlo!Pero más graves que el caso de Sigifredo López, porque permanecen en el anonimato, son las decenas de capturas injustas basadas, como la suya, en testigos falsos, comprados muchas veces por corruptos abogados que buscan atemorizar a sus contrapartes con el horror que les produce ir a parar a una de esas cárceles horrendas, donde el hacinamiento viola elementales derechos humanos. Entonces los llevan a aceptar su culpabilidad y a negociar a su antojo.