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El referendo contra los niños

¿No es mucho mejor para un niño crecer de la mano de una mujer que lo cuida y lo ama como si fuera su propia madre y con la que crea un vínculo de amor muy sólido, que pasarse la vida en un orfanato a cargo de supervisores que cambian cada tanto?

7 de mayo de 2017 Por: Patricia Lara

Si en Colombia cada vez más niños permanecen en los hogares de Bienestar Familiar hasta su mayoría de edad porque hay más criaturas a la espera de un hogar que personas dispuestas a adoptarlos; si las adopciones se han reducido a más de la mitad desde el 2.010; si se sabe que crecer en un orfanato tiene consecuencias imprevisibles, pues la falta de vínculos afectivos sólidos en los niños bien puede hacer que, de adultos, se conviertan en delincuentes o desadaptados, ¿tiene algún sentido aprobar un referendo que cuesta 280 mil millones de pesos que no hay, y que se propone prohibir que las parejas gay adopten niños y, de paso, que las mujeres y los hombres solteros, divorciados o viudos tampoco puedan hacerlo?

¿Si a ello se agrega que según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de Profamilia, el 51% de los hogares en Colombia está liderado por madres cabeza de familia, o por solteros, separados y viudos, ese referendo no se convierte en un verdadero disparate ya que, de hecho, estigmatizaría a más de la mitad de la población?

Dado que buena parte de las adopciones las hacen mujeres solas que no quieren casarse pero que no desean privarse del derecho a ser madres, ¿tiene algún sentido aumentar aún más el déficit de adopciones?

¿No es mucho mejor para un niño crecer de la mano de una mujer que lo cuida y lo ama como si fuera su propia madre y con la que crea un vínculo de amor muy sólido, que pasarse la vida en un orfanato a cargo de supervisores que cambian cada tanto?

¿Y mejor que tener como referente un orfanato donde nadie lo ha amado, no es para ese niño crecer junto a una pareja gay que lo quiera y lo proteja?

Todas estas son preguntas que, seguramente, el fanatismo religioso le impide hacerse a una persona tan inteligente como la senadora Vivian Morales a quien, de paso, antes de su retrógrado referendo, considerábamos liberal.

Pero no puede ser que este país, llevado por esa godarria con que lo han impregnado personas como el senador Álvaro Uribe y el exprocurador Alejandro Ordóñez, ahora se deje llenar de más prejuicios y convencer de la bondad de este referendo que va contra los niños, de la misma manera como muchos incautos se dejaron convencer de la mentira de que los acuerdos de paz consagraban la ideología de género.
No, ese referendo, de aprobarse, va aumentar el abandono de los niños abandonados.

Pero, además, va a hacer que Colombia retroceda años en el respeto a los derechos humanos. Como lo dijo José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, “esa reforma constituiría un grave retroceso para los derechos de personas Lgbt en Colombia y supondría una discriminación arbitraria contra los solteros por su estado civil”. Y el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, consideró que el referendo es inconstitucional porque “no puede someterse al voto de la mayoría la decisión de restringir o limitar un elemento esencial de un derecho fundamental (…) de personas cuyas condiciones y situación se encuentran protegidas por la Constitución”. Y la Procuraduría, y la Defensoría del Pueblo, y el Ministerio de Hacienda, también se opusieron.

No obstante, apenas faltan dos debates en la Cámara, el referendo lo respaldan dos millones de firmas y la senadora Vivian Morales dice que lo apoya el 80% del país.

Pero ¿qué pasaría si en lugar de engañar a la gente se le preguntara si apoya que las mujeres puedan ser cabeza de familia?

Nota: Esta columna reaparecerá en un mes.

Sigue en Twitter @patricialarasa