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Dos libros gratos

En Semana Santa me devoré los dos últimos libros de Plinio Mendoza,...

31 de marzo de 2013 Por: Patricia Lara

En Semana Santa me devoré los dos últimos libros de Plinio Mendoza, ese viejo amigo de quien me separa tanto la política, pero a quien tanto le he aprendido del oficio y a quien me unen gustos, amigos y recuerdos comunes.-¡Cómo escribe de bien Plinio cuando no escribe sobre su obsesión política!-, me dije, al cerrar ‘Muchas Cosas que Contar’, colección de pinceladas de las distintas vidas vividas por el autor, entre ellas, la de esa Bogotá que vio caer asesinado a Jorge Eliécer Gaitán, y la de sus largos años pasados en Europa, en Caracas, y en Barranquilla.El libro incluye también retratos de personajes a los que él conoció -el cura guerrillero Camilo Torres; su compadre Gabriel García Márquez; los escritores Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa; el pintor Fernando Botero; el expresidente Alfonso López Michelsen; la escritora Marvel Moreno, su primera esposa; y el político Luis Villar Borda, su íntimo amigo-. Esta obra ágil y grata de leer, está dedicada a la columnista Aura Lucía Mera, quien la rescató del olvido.Y al terminar su otro nuevo libro,’Gabo, Cartas y Recuerdos’, antes publicado bajo el título de ‘Aquellos años con Gabo’, me encontré con que su prosa espléndida y su manejo sin sobresaltos del ir y venir en el tiempo de sus recuerdos y anécdotas con su amigo, ese Gabo “fácil, cómodo, de lavar y planchar,” a quien él conoció en Bogotá cuando era un costeño desabrochado de 20 años y Plinio un inquieto joven de 16, y con quien luego compartió su época de pobreza en París, sus viajes por los países socialistas, sus años como periodista de la agencia cubana Prensa Latina y su tiempo en Caracas, estaba salpicada además con varias cartas inéditas que Gabo le había escrito a Plinio, en las que le revelaba sus tropiezos, sus aciertos y sus éxitos literarios, y le hacía valiosas confesiones sobre la génesis de sus historias y personajes, desde los que habitan algunos de sus cuentos, hasta varios de ‘Cien Años de Soledad’ y ‘el Otoño del Patriarca’.Por ejemplo, a propósito de ‘Cien Años’, Gabo le decía: “Mi antiguo y frustrado deseo de escribir un larguísimo poema de la vida cotidiana, ‘la novela donde ocurriera todo’, de que tanto te hablé, está a punto de cumplirse. Ojalá no me haya equivocado (…) En realidad, ‘Cien Años de Soledad ‘fue la primera novela que traté de escribir a los 17 años, con el título de ‘La Casa’, y que abandoné al poco tiempo porque me quedaba demasiado grande. Desde entonces no dejé de pensar en ella (…) Saco de todo esto la conclusión de que cuando uno tiene un asunto que lo persigue, se le va armando solo en la cabeza durante mucho tiempo, y el día que revienta hay que sentarse a la máquina, o se corre el riesgo de ahorcar a la esposa”.Y en la antesala del éxito que se vislumbraba iba a tener ‘Cien Años’, Gabo le decía: “No creas que esta tensión no tiene consecuencias. Hace dos días, manejando por el periférico, solo, se me paró el corazón. Alcancé el carril de baja velocidad, y hasta tuve tiempo de pensar que aquella era una manera bastante pendeja de morirse, pero salí adelante con el corazón dando saltos como sapo loco. Después de dos días de toda clase de manoseos médicos, me han dicho que es solo una arritmia nerviosa”.Y en otra carta le decía: “‘El Patriarc ahora sí va como un cañón”.Ahí les dejo estos pequeños abrebocas, queridos lectores.