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¡De cabeza, sin miedo!

¿Cuatro meses para qué?, se preguntaba esta semana un editorial de El...

19 de julio de 2015 Por: Patricia Lara

¿Cuatro meses para qué?, se preguntaba esta semana un editorial de El Espectador a propósito del plazo que se dio el Presidente para definir si sigue adelante o no con el proceso de paz.No son solo cuatro meses para ver si las Farc cumplen la tregua o si avanzan los acuerdos en la mesa, como se ha dicho.Son cuatro meses, fundamentalmente, para que los dirigentes de las Farc acaben de prepararse sicológicamente para dar el paso que les significa firmar la paz; o, puesto en términos más sencillos, para que terminen de perderle el miedo a lanzarse a la piscina y se atrevan a saltar y a sumergirse de cabeza en el agua fría.Humberto De La Calle decía en estos días que ahora hay una oportunidad real de acabar el conflicto y agregaba que “después de estar meses mirando a los ojos a los señores de las Farc, creemos que hay interés real, serio”.¡Claro que su mirada indica que tienen interés sincero en acabar el conflicto! Así lo percibí yo cuando conversé con varios de los líderes de las Farc en La Habana. Pero hay que entender que para ellos no debe ser fácil dar ese paso: si la gente normalmente teme modificar su status; si a la mayoría le da miedo, por ejemplo, casarse, o jubilarse, o mudarse de país; si a los curas y las monjas les debe dar susto salirse del convento, ¡cómo no va a darles terror a los guerrilleros deshacerse de las armas con las cuales han creído sentirse protegidos; dejar su grupo que, para ellos, en muchas ocasiones hace las veces de familia; y abandonar la garantía de tener un sustento y un proyecto de vida, para lanzarse a la aventura de ganarse la vida y acomodarse a que los conflictos se dirimen pacíficamente, a que se convive con personas que piensan distinto y a que existen unas normas sociales y no prevalence la ley del más fuerte, por lo menos en teoría!No debe ser fácil dar ese paso. Y menos si se piensa en el genocidio que significó la experiencia de la Unión Patriótica, cuyos militantes –cerca de 3.000- fueron exterminados a punta de atentados, y si se considera que no habrá amnistía y que los de las Farc tendrán que someterse a la justicia transicional porque las actuales normas internacionales no permiten que sea de otra manera. Eso ya lo han dejado muy claro tanto el Presidente como el Fiscal.Sin embargo, la masacre de la UP debe servir para que no se repitan los mismos errores: el más grave de todos, la combinación de todas las formas de lucha de un lado y de otro: recordemos que las Farc, sin desmovilizarse ni dejar de operar y delinquir, enviaron a miembros suyos a participar en las elecciones como candidatos de la UP; y sectores del Ejército, sin reconocerlo públicamente, apoyaron y estimularon a los grupos paramilitares para que exterminaran a la guerrilla y a sus amigos. De modo que en esa época, ni los unos ni los otros habían tomado la decisión de hacer la paz. Ahora, ese asunto, parece estar a punto de cambiar.Y el tema de la justicia transicional tampoco es tan grave para ellos: hasta podría convertirse en algo positivo para las Farc, si lo miran con otros ojos y piensan, por ejemplo, en cómo el uso político inteligente de su reclusión catapultó a los presos del M-19 en La Picota, a Hugo Chávez en Venezuela, a Nelson Mandela en Sur África y a Fidel Castro en Cuba quien, en prisión, escribió esa impresionante defensa suya que concluye: “condenadme, no importa; la historia me absolverá”.Todo es cuestión de que las Farc vean que se les acabó el tiempo de la guerra y le pierdan el miedo a la paz. Después se enamorarán de ella.