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Caminando sobre la muerte

Es que pisé esos fierros malignos transformados en una obra de arte que demuestra que, a diferencia de lo que dicen los autistas, aquí sí hubo conflicto, y contrario a lo que creen los escépticos, aquí sí terminó esa guerra

16 de diciembre de 2018 Por: Patricia Lara

Es algo simple: de lejos parece una construcción a medio hacer, vacía, sin paredes, con un techo sin adornos, soportado por vigas negras que descansan sobre baldosas de un negro opaco, sin brillo, martilladas... Sin embargo, al entrar por un corredor que a la derecha tiene una gran pared de vidrio tras la cual se asoman las ruinas de una casa antigua, y al llegar después a esa estructura vacía para caminar sobre ella, se me erizó la piel.

- ¿Qué pasó?-, me pregunté.

Fui a la calle e ingresé de nuevo, pero por una puerta distinta. Desemboqué en el mismo sitio: la piel se me erizó con más intensidad ahora, y permaneció así mientras estuve en el lugar. Y en este instante, cuando escribo esta columna, vuelve a erizárseme de la cabeza a los pies: es que estoy reviviendo esa sensación desconocida que tuve al sentir que caminaba sobre las armas entregadas por las Farc, convertidas hoy en ese piso fundido y martillado por mujeres que fueron violadas por paramilitares, militares y guerrilleros.

Es que pisé esos fierros malignos transformados en una obra de arte que demuestra que, a diferencia de lo que dicen los autistas, aquí sí hubo conflicto, y contrario a lo que creen los escépticos, aquí sí terminó esa guerra, aun cuando queden otras las cuales, si el gobierno de Duque tuviera un mínimo de inteligencia, de humanidad y de conocimiento de lo que han sido estos 73 años de guerra padecidos por los colombianos, que concluyeron en el 2016 con la firma de los acuerdos de La Habana, y optara por regar con agua, y no con gasolina las brasas que aún permanecen encendidas, las guerras que todavía tenemos terminarían para siempre.

Sí, es que caminé sobre esos fusiles entregados por las Farc y comprobé que en verdad se desarmaron, y ahora podremos pisar cuando queramos esos vehículos de muerte, porque se transformaron en esta obra fantástica, concebida por la gran escultora bogotana Doris Salcedo, quien ha dedicado su vida, como deberíamos hacerlo todos, a escuchar a las víctimas y a entenderlas.

Construir esta obra compuesta por 1300 placas metálicas que cubren 800 metros cuadrados, con la fundición de las 37 toneladas de armas que entregaron las Farc, le produjo a ella “una gran felicidad”, como se le dijo al periodista Armando Neira, “porque destruir armas significa salvar vidas. Pero esa primera alegría se ensombrecía en la medida en que veía que las Farc cumplieron entregando sus armas, pero nosotros no les hemos cumplido con lo acordado”.

Y cuenta el periodista Nelson Fredy Padilla que, para Doris Salcedo, presenciar durante tres horas la fundición de esas armas, fue “un acto que dignifica, un momento en el que, sin asesinar a nadie, sin disparar una sola bala (…) se destruyeron nueve mil armas de fuego”.

“Nosotros pudimos, a través del diálogo, desarmar a 12.500 guerrilleros y milicianos”, dijo Salcedo. “Fue mucho más eficaz acabar el conflicto por medio del diálogo que (…) de la guerra (…). Fue un momento en el que sentí que el horror en este país es posible porque a nadie le importa la historia de las víctimas”.

Esta obra llamada ‘Fragmentos’, localizada cerca de la Casa de Nariño (Carrera 7 # 6B- 30), quiere dar tantas versiones de nuestra historia como personas la visiten, a ver si de pronto “todas las versiones convergen y logramos un espacio de convivencia pacífica”, para acabar, por fin, con todas nuestras malditas guerras…

¡Feliz Navidad, queridos lectores!

Sigue en Twitter @patricialarasa