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Un Dios antidepresivo

“México está mucho peor que Colombia”, me dice el sacerdote Alejandro Solalinde,...

12 de octubre de 2015 Por: Paola Guevara

“México está mucho peor que Colombia”, me dice el sacerdote Alejandro Solalinde, que con valentía de kamikaze ha denunciado el asesinato de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, a manos de la Policía mexicana en alianza con políticos y carteles de la droga. Para él, unos y otros son lo mismo en estos momentos de oscuridad que vive México. Quedan muchos con conciencia, pero temen morir si denuncian lo que saben.El padre Solalinde tiene una teoría: a los estudiantes los balearon, los descuartizaron y los cremaron por ser testigos de cómo la policía custodiaba uno de varios camiones con heroína que partían rumbo a los Estados Unidos. “El único horno crematorio de la zona con capacidad para volver ceniza tantos cuerpos es el de la Policía”. Blanco es, gallina lo pone.Por sus denuncias, y por su obsesión por proteger a los migrantes centroamericanos y cubanos que son robados, perseguidos y extorsionados por la policía mexicana, el padre Solalinde ha sido encarcelado, golpeado y amenazado, e incluso llamado a bajar el tono de sus declaraciones por la alta jerarquía de su iglesia, pero les responde con sabiduría de santo: “A quién debo hacer caso, ¿a ustedes o a Jesús?”.Ha llegado al extremo de acudir a la Policía con un cuaderno donde tiene apuntadas las fechas y las fechorías de los agentes corruptos que se aprovechan de la indefensión de los migrantes. Les dice mirándoles a los ojos, después de leerle a cada uno su memorial de agravios: “No me queda otra que salir de aquí directo a denunciarlos a todos. O pueden arrepentirse y dejar en paz a los migrantes”. “Lo segundo, padre, lo segundo", le responden.Con su método logró reducir por cinco años los incidentes de abuso en poblaciones sureñas de México. Pero ahora parecen resurgir con más fuerza.Ya estaría muerto si no fuera porque la prensa, al visibilizarlo, ha elevado el costo político de asesinarlo. Han intentado desacreditarlo y llamarlo mentiroso, pero las fotos y reportes de periodistas han probado que dice la verdad.“En México los periodistas han asumido la labor profética que debería estar realizando el clero, son ellos los que terminan decapitados y en estacas frente a sus redacciones por decir la verdad”, dice con dolor, y se cuestiona sobre la misión de la iglesia en un país donde todos los gobernantes, incluido Peña Nieto, se declaran católicos y guadalupanos.A pesar de todo el padre Solalinde es feliz, su sencillez en tan verdadera que por igual comparte la mesa de los pobres y los ricos sin falsa humildad. Brinda con agua, y se ríe cuando le digo que rechaza el vino porque puede convertir el agua en tequila. Llora por las injusticias, pero me confiesa su secreto para ser feliz a pesar de todo: “Es que yo creo en un Dios de esperanza. El mío es un Dios antidepresivo”.

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