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Sala de redacción

La sala de redacción es la mejor amiga y maestra. En su corazón no existe un solo día igual a otro; cada uno es distinto, móvil, desafiante.

23 de febrero de 2020 Por: Paola Guevara

La sala de redacción es la mejor amiga y maestra. En su corazón no existe un solo día igual a otro; cada uno es distinto, móvil, desafiante.

En su seno no es posible el aburrimiento, pues su centro neurálgico está en el cruce de todas las ideas, de todos los personajes, de todas las noticias, de todas las tendencias, de todas las historias, de todos los cambios.

Si la respetas lo suficiente, encontrarás en ella el mejor antídoto contra el fanatismo, porque te obligará a revisar tus propias ideas y someterlas a prueba, a desconfiar de los extremos, a desmontar incluso tus mayores certezas en presencia de una evidencia mayor o una verdad superior.

Todos, absolutamente todo sus hijos hemos llorado allí por la injusticia del mundo, por la prematura muerte de una estrella, por el orgullo de una gesta, mientras nuestras manos dejaban testimonio escrito. Hemos aceptado ser atravesados por la lanza de todos los dolores de patria, a cambio de la aventura de decir “yo estuve allí, en la primera fila de la historia”.

Como en toda institución humana habrá imperfecciones humanas, pero me consta que son infinitamente menores que sus grandes virtudes.

No ha salido, que se sepa, una sola página en blanco en un diario, a causa del retraso o la imposibilidad, los imprevistos y los giros de los acontecimientos. La sala de redacción entrena en la certeza de que todo es posible.

Al cabo de mucho tiempo, gracias a esa gran dispensadora de cierres y comienzos, empiezas a ver la vida como ella: a confiar en el tiempo y los procesos, a tener fe en tu propia capacidad igual que en la certeza de tu propia transitoriedad. A que el triunfo y el error jamás son definitivos, pero cada día traerá una página en blanco para empezar de nuevo.

Una biblioteca viva. Un altillo con ventana para mirar el mundo. Un templo de la palabra. Una misión con la verdad. Una legitimación de la curiosidad. Una vocación inevitable. Una maestra. Una amiga. Una fuente de inspiración literaria y goce poético.

Pero la sala de redacción que tiene tanta vida hacia adentro, existe sobre todo en función de la vida de afuera. En el ecosistema de todo país y de toda democracia, la sala de redacción de un periódico es patrimonio social y ciudadano, y su vitalidad un gran termómetro de la trascendencia de una ciudad, su gente y sus historias.

A la sala de redacción de El País que ha sido y es nuestra amada casa y la de tantos reporteros intachables, místicos y llenos de entrega, felices 70 años de existencia, y que vengan los próximos 70 cargados de optimismo y fe en el futuro.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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