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Para qué sirve opinar

Lo más difícil, sobre todo en los tiempos que corren, es respetar el derecho de otros a expresar su opinión aún sin compartirla

19 de mayo de 2019 Por: Paola Guevara

Al cumplir cinco años en este espacio de opinión, comparto algunos de los grandes retos que me ha planteado.

Resistir el insulto cuando llega, aunque sea expresado con bajeza; y no retener el elogio, aunque sea expresado con efusividad. No atar la identidad propia al uno ni al otro, ejercita el raro músculo del desprendimiento.

Soportar la crueldad de algunos comentarios anónimos, aunque a veces calen más profundo que el mejor de los insultos. Y recordar que no es un privilegio sino una responsabilidad exponer el propio nombre, el rostro y las ideas al público escrutinio.

Ejercer con humanidad la autocrítica, quizá la más severa jueza de cualquier oficio ejercido con conciencia.

Admitir cuando los argumentos de los que piensan distinto tienen la razón, y proceder a ampliar los márgenes del propio análisis para replantearlo.

Hace un par de años monté en cólera al descubrir que un sector contrario a mi pensamiento usó una columna mía para validar sus posturas extremistas.

Y recuerdo las reposadas palabras de Luis Guillermo Restrepo, fruto de sus muchos años en el mundo de la opinión: “¿Para quién crees que escribes? Escribes para los lectores de cualquier espectro, no solo para los que piensan como tú. Y así como eres libre para opinar, ellos son libres de usar lo que opinas según su criterio”.

Desde ese día siempre reflexiono, antes de escribir, al servicio de quién podrían estar mis palabras. ¿Son necesarias? ¿Son preferibles al silencio? ¿Refuerzan alguna ideología contraria a la democracia?

De la columna que me arrepiento de haber escrito, de la que quiso ser humorística y fue interpretada sin contexto, de la que me ganó enemigos colaterales, de la que me ganó afectos entrañables, de la que no escribí, de la que me ganó el malestar de los poderosos, de la que me conectó con lo inesperado. De todas he aprendido.

Lo más difícil no es opinar, ni encontrar un tema a través de los años, ni siquiera escribir. Lo más difícil, sobre todo en los tiempos que corren, es respetar el derecho de otros a expresar su opinión aún sin compartirla, aún desde las antípodas, aún desde la comprensión de su absoluta falacia o inconveniencia.

Lo más difícil es hacer vida la frase que la biógrafa británica Evelyn Beatrice Hall consigna en el libro ‘Los amigos de Voltaire’: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

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