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Más DaVinci y menos Messi

Entramos a la sala de cine. Está llena a reventar. La mitad...

4 de julio de 2016 Por: Paola Guevara

Entramos a la sala de cine. Está llena a reventar. La mitad son adultos; la otra mitad, adultos mayores. Mi hijo de 9 años me pregunta con curiosidad dónde están los otros niños, por qué los abuelos presentes en la sala no han traído a sus nietos, por qué los padres no han traído a sus hijos.Y tiene toda la razón el niño. No encontramos pares suyos en la función de ‘La joven con el arete de perla’, que hace un recorrido tan interesante como entretenido por la vida y obra de Johannes Vermeer. Tampoco encontramos niños en otras funciones, como la de Matisse o la de Rembrandt. En honor a la verdad hay que decir que contamos siete niños y dos niñas en la función de cine que recorre la Galería Uffizi de Florencia, Italia, y que emociona hasta las lágrimas con una producción impecable en torno a las obras de Giotto, Miguel Ángel, Rafaello y Boticelli, entre otros.Ya compramos las boletas para la temporada de Leonardo Da Vinci, que comienza este jueves y termina el domingo. Si la tendencia persiste, de nuevo habrá poquísimos niños. Y bueno, hay familias que no tienen necesidad de llevar a sus hijos porque imagino que tienen los recursos para viajar en las vacaciones a los museos de Florencia, París, Amsterdam, Praga, Londres, y hasta estarán cansados de tanto visitar el Moma de Nueva York.Pero quienes no tienen esa oportunidad, bien podrían encontrar en estos recorridos guiados por los mejores museos y galerías del mundo la oportunidad de oro para empezar a sintonizar a los pequeños con otro tipo de información. "Es costoso", dirá alguno. Pero en cambio viven llenos los salones de atracciones electrónicas en los centros comerciales y sí hay dinero para recargar tarjetas de $20.000 y $30.000 o más para subir a las maquinitas (contra las que no tengo nada). Subestimamos a los niños al no exponerlos a experiencias que vayan más allá de los goles de Messi. O hemos echado a perder su capacidad de concentración y contemplación a fuerza -por ejemplo- de canales de televisión infantiles que se rigen por el ruido ensordecedor, el grito, los aplausos, las luces y los colores ácidos.Nunca, como en estos tiempos, se hizo tan necesario formar a los niños para la experiencia de la belleza, como antídoto contra el adormecimiento mental; para la contemplación y el silencio, como acto de resistencia ante el imperio de la inmediatez; para la educación estética como opuesta a la adicción a la guerra.Porque quien está ganado para el arte está perdido para la violencia. O como diría el poeta, escultor, escritor, pintor y cineasta español Luis Eduardo Aute: “Mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza. No rozaron ni un instante... la belleza”.

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