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Los (otros) derechos de la mujer

No, esta no es otra columna sobre la declaración aberrante de la...

23 de mayo de 2016 Por: Paola Guevara

No, esta no es otra columna sobre la declaración aberrante de la Secretaría de Gobierno de Bogotá en el caso de Rosa Elvira Cely, donde se culpa a la víctima de su aberrante tortura y brutal muerte por -hágame el favor- haber salido con dos tipos que tenían “fama de malosos”, uno de los cuales la atacó sin piedad. Javier Velasco, se llama. Esta tampoco es una columna sobre el agresor de Natalia Ponce de León, quien buscará que lo declaren inimputable por supuesta “esquizofrenia paranoide”. Jonathan Vega, se llama. Esta es una columna sobre los otros derechos de la mujer. Y digo “los otros” porque no son los evidentes (la vida, la igualdad ante la ley, la protección de sus derechos, etc.). Hablo de “otros” derechos, silenciosos pero potentes, que tanto hombres como mujeres nos sentimos, muchas veces, autorizados para violar. El derecho de la mujer a viajar sola, sin que pese la presunción de prostitución en los aeropuertos, incluso ejercida por mujeres oficiales que requisan y hostigan como si eso de viajar sin un hombre fuera un crimen. El derecho de la mujer a expresarse libremente a través de su ropa, sin que esta sea considerada una “incitación” a la violación o al acoso. El derecho de la mujer a elegir el parto natural cuando vemos que cada vez más, por una suerte de pragmatismo médico, se enajena el cuerpo de la madre y se la aleja incluso, de forma invisible, del derecho a la lactancia por la frialdad e indiferencia de un sistema laboral enfocado en la productividad. El derecho de la mujer a no pagar el “pecado corporativo” de la maternidad con el rezago laboral o salarial.El derecho de la mujer a dejar a un hombre, sin que esto sea considerado un delito social que le da permiso a su ex pareja de intimidar, amenazar, acosar moral, económica o laboralmente, golpear e, incluso, asesinar.El derecho de la mujer a la presunción de capacidad y competencia, que borre de una vez por todas la absurda suspicacia de que su trabajo, o su ascenso, su salario, o su éxito se lo debe a con quién se habrá acostado.El derecho de la mujer a habitar su cuerpo y a envejecer en él con dignidad y respeto, sin ser objeto de burla.El derecho a que depredadores como los Javier Velasco y los Jonathan Vega del presente y del futuro no queden en libertad para seguir destrozando la vida de más mujeres. Mujeres sobre las que hoy, tristemente, pesa de antemano la presunción de culpabilidad.

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