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Libros de cuarentena

En estos días de confinamiento he dejado apiladas y sin leer, las novelas y cuentos que me había propuesto despachar en las horas muertas.

17 de mayo de 2020 Por: Paola Guevara

En estos días de confinamiento he dejado apiladas y sin leer, las novelas y cuentos que me había propuesto despachar en las horas muertas. Me he mudado, temporalmente, al vecindario de los libros sobre ciencia, como si buscara alguna certeza extraviada. Como si necesitara invocar las noticias de un campo regido por reglas ciertas, por leyes físicas inamovibles, por la tranquilidad mental que las soluciones matemáticas confieren.

Leo sobre agujeros negros, supernovas, viajes en el tiempo, modificación genética, inteligencia artificial, y varios análisis que intentan explicar cómo llegamos aquí y qué le depara el futuro a nuestra especie.

Allí me he enterado, por ejemplo, que según la teoría cuántica el universo no tiene una historia única, sino todas las historias posibles, así que existe ahora mismo una historia posible -aunque con bajísima probabilidad- en la que Cali tiene metro y en Colombia se termina el Túnel de la Línea.

‘Einstein para perplejos’ me recordó que a veces hay que esperar 23 siglos para que el mundo te dé la razón. Como Leucipo y Demócrito, los antiguos filósofos griegos, quienes vislumbaron que la realidad está formada por átomos y vacío. En el Siglo XIX John Dalton probó que estaban en lo cierto.

También hallé, en mis lecturas de cuarentena, que si el ADN humano fuera impreso en papel, ocuparía el espacio equivalente a 50 libros de Harry Potter. Así lo explica bellamente Stephen Hawking en ‘Breves respuestas a las grandes preguntas’.

Regreso a Yuval Noah Harari, y en ‘21 lecciones para el siglo XXI’ leo que si en la Edad Media el poder estuvo en la posesión de la tierra, y desde el Siglo XIX en la posesión de los medios de producción, el gran poder del nuevo milenio será de quien posea los datos, los algoritmos que permitan influenciar nuestra toma de decisiones.

Luego me sumerjo en la biografía de ‘Marie Curie’ (de Adela Muñoz), quien ganó el premio Nobel de Física por el descubrimiento del radio y el polonio.

Curie tuvo que enfrentar sus propias pandemias: su hermana murió joven a causa del tifo, y su madre falleció a causa de una epidemia de tuberculosis. La futura científica, una niña de solo 4 años de edad, no lograba entender por qué su madre dejó de abrazarla, de besarla. Todo por no contagiarla, en una Polonia también atravesada por las pandemias políticas de la ocupación alemana, rusa y austrohúngara.

Ha cambiado el mundo desde Leucipo y Curie, mas no la curiosidad humana. Del tamaño del cosmos, de cuyas partículas estamos hechos.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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