El pais
SUSCRÍBETE

Gracias, Marisa

No imagino cómo pudo haber sido la maternidad en los tiempos en que la mujer estaba obligada a callar, a negar la depresión postparto, el dolor de la lactancia o, peor aún, la imposibilidad de lactar.

4 de junio de 2017 Por: Paola Guevara

No imagino cómo pudo haber sido la maternidad en los tiempos en que la mujer estaba obligada a callar, a negar la depresión postparto, el dolor de la lactancia o, peor aún, la imposibilidad de lactar. Tiempos en los que había que tragarse las lágrimas y sonreír sin que se notaran el cansancio o la necesidad de estar solas; tempos en los que era una deshonra haber tenido una cesárea en lugar de un parto natural.

Hoy, cuando hemos roto tantos tabúes y no tenemos problema en hablar de una maternidad realista que poco tiene en común con la ficción edulcorada que ofrecen los comerciales de televisión, tampoco resulta más fácil ser madre. Al menos antes las mujeres asumían el rol como un designio natural, religioso y vocacional sin cuestionamientos, mientras que hoy la maternidad -cuando la hay- es sólo una de las muchísimas facetas que componen la complejidad de ser mujer.

En medio de la sobredosis de información circulante, del agobio del tiempo y de una realidad económica y demográfica que impone a tantos jardines infantiles adaptarse al pragmatismo de los tiempos modernos en detrimento del contacto con la naturaleza, del espacio abierto, del aire puro, de la enseñanza personalizada, del seguimiento pormenorizado al desarrollo de cada niño hasta en las más sutiles fibras de su pensamiento, qué faro ha sido Marisa Uribe, fundadora del jardín infantil Crios.

Por eso rompe el corazón escuchar de sus labios la noticia del cierre de Crios, tras 28 años de quijotesca labor en Cali. Los tiempos cambiaron, la ciudad cambió, las modas cambiaron, los padres cambiaron, las volquetas y el polvo de las construcciones vecinas a ese paraíso que era Crios, en el Aguacatal, hicieron mella, y no alcanzaría el espacio de esta columna para entrar en detalles, baste decir que los impecables principios éticos de Marisa le impidieron adoptar medidas que degradaran las condiciones laborales de sus maestras y que, también por ser la persona que es, Marisa no hizo lo que otros hacen: pagar mordidas para que les dejen construir jardines infantiles en barrios donde el POT lo impide.

Marisa, debes sentirte orgullosa, triunfaste. Tu buena semilla está sembrada y los frutos prevalecerán. Has hecho del mundo un lugar mejor sin aspavientos ni bajezas, desde el trabajo silencioso, desde tus convicciones profundas y tu verticalidad que -como a todo el que intenta algo importante- te granjeó incomprensiones menores y afectos superlativos. Tu ternura y sabiduría modificaron nuestras vidas para siempre. Gracias, gigantesca mujer.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

AHORA EN Paola Guevara