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El cuerpo

Gracias al cuerpo que tantos se sienten autorizados para señalar como defectuoso, necesitado de correcciones, medidas y juicios; hay que rebelarse y decretarlo como es: perfecto.

13 de noviembre de 2022 Por: Paola Guevara

Agradece uno a los cielos. A los seres visibles e invisibles. A los muertos. A los astros. Al azar y hasta al destino.

Pero pocas veces uno se detiene a dar gracias al cuerpo, al cuerpo que sostiene, soporta y respalda nuestras luchas.

El cuerpo como el banco osado, el inversionista fiel, el amigo kamikaze, aquel capaz de gastar todas sus reservas y recursos físicos por apoyar algo tan etéreo como una idea, un sueño, una meta.

Gracias al cuerpo por ser un amigo siempre lleno de energía disponible.

Gracias a ese sistema nervioso que resiste la carga cuando más lo necesitamos.

Ese cuerpo que se recompone con generosidad, dotado de la misma inteligencia con que la naturaleza regenera sus finas tramas.

Gracias a esas conexiones químicas y eléctricas que el cuerpo convierte en ideas, en raciocinio, en desempeño; gracias al miedo, por ser esa emoción perfecta sin la cual no nos atreveríamos a ir por más.

Gracias a cada latido del corazón, a los sistemas complejos que reemplazan y compensan a los que fallan, si fallan, en caso de necesitarlo. Y gracias a cada órgano que nos regala su música universal de pulsiones y ritmos.

Gracias al universo de nuestras células y a lo que hay de espacio y vacío en ellas, pues ese espacio vacío es el que permite inventar lo que antes no existía.

Gracias al cuerpo que tantos se sienten autorizados para señalar como defectuoso, necesitado de correcciones, medidas y juicios; hay que rebelarse y decretarlo como es: perfecto.

Ese cuerpo carga el peso de la historia. Paga con dolor indecible los exabruptos de la guerra. Tiembla ante las decisiones que personajes poderosos toman en altas mesas.

Está el cuerpo, indeciblemente vulnerado, de un pequeño niño entregado por su propia madre a un rito macabro. El cuerpo de tantas mujeres que suben al transporte masivo y desembarcan en la muerte.

El cuerpo extenuado de tantos seres que atraviesan ahora mismo el tapón del Darién, bañados en sudor y lodo, mientras sus rostros de horror son retratados por el lente magistral de Federico Ríos.

El cuerpo de 1351 personas que tan solo este año, en Cali, han tenido un intento de suicidio. Cada día se suman nuevos cuerpos a las heridas no narradas de ese cuerpo social que es Colombia. Y cada uno de ellos duele.

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