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Creer en los niños

La infancia, esa incubadora natural de sueños. ¿Cuál era el suyo, el de usted, que lee estas líneas?

12 de diciembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Cuenta el escritor caleño Juan Fernando Merino que, cuando era niño, escribió un cuento para su clase de español. Tan bueno sería el relato que la profesora no creyó que fuera de su autoría, y lo acusó frente a toda la clase de haber mentido.

Aseguró la maestra, sin prueba alguna, que aquel cuento seguramente había sido escrito por el padre de Merino. Los niños del curso se llenaron de indignación y expulsaron al pequeño Juan de los partidos de fútbol a la hora del recreo. Sanción social.

Ignoro si militaba en el Deportivo Cali, o en el América, por aquellas épocas de la primaria, pero se quedó solo, sin bando, sin lugar en la banca o en el campo de juego.

Humillado en público y condenado por supuesta deshonestidad intelectual a tan tierna edad, llegó a una conclusión demoledora: “Escribir duele mucho, escribir es terrible. No volveré a escribir, para no sentir este rechazo”.

Juan Fernando, después de esta experiencia traumática, aplazó por más de cuatro décadas su sueño de escribir novelas o publicar libros.
Solo ahora, confiesa, ya en la madurez de su carrera y habiendo sido traductor en varios idiomas, gestor cultural, director de festivales literarios, periodista en medios internacionales de gran prestigio, y viajero incansable a los lugares mas recónditos de la tierra, ha decidido, con gran éxito y acogida de críticos y lectores, escribir para publicar.
Otros no corren con tanta suerte y se desconectan para siempre de este talento, de esta misión de vida, de esta felicidad o tortura deseable que es escribir.

Ha sido la pandemia, paradójicamente, la que ha hecho renacer ese deseo de expresión en miles de personas. Llega a mis oídos la misma historia, una y otra vez, maestros que no creen en el talento de sus alumnos y les acusan sin fundamento.

Este fin de semana una mujer que acudió a los talleres de escritura gratuitos de la Biblioteca del Centenario, narró entre lágrimas cómo, de niña, se sintió dichosa al descubrir que había nacido el mismo mes y día de Gabriel García Márquez, y le dijo a su maestra de primero de primaria: “Cumplo años con el Nobel y un día seré escritora, como él”, pero solo obtuvo el desdén de la maestra, quien le respondió que una niñita jamás podría aspirar a ser un gigante de las letras. Esa herida, varias décadas después, sigue doliendo.

La infancia, esa incubadora natural de sueños. ¿Cuál era el suyo, el de usted, que lee estas líneas? Nunca es tarde para reparar el puente.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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