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Contra la normalopatía

Hay maestros que nos marcan. Por lo general son esos que no...

4 de diciembre de 2016 Por: Paola Guevara

Hay maestros que nos marcan. Por lo general son esos que no solo se empeñan en trasladar unos datos y unas fechas frías de su disco duro al disco duro de nuestra cabeza. Hay maestros que enseñan a vivir, a pensar, y cuyas lecciones jamás olvidamos. Muchas generaciones de javerianos despedimos, por estos días de duras noticias, a nuestro maestro de antropología filosófica: un gigante de barba blanca y andar pausado llamado Horacio Calle. Él acuñó el término ‘normalópata’, para definir a aquellas personas que padecen la preocupante patología dela normalidad extrema. “Vivos o muertos, pero nunca normalópatas”, instaba Horacio a los estudiantes, que llegábamos programados y acartonados, mojigatos y uniformes. Y que salíamos diferentes de cada clase suya. Horacio, políticamente incorrecto por convicción, políglota en lenguas indígenas porque le dio la gana, una especie de oveja negra en una familia de ricos banqueros, prefirió ser psicólogo, analista freudiano de los sueños y desembrutecedor de primíparos. Nos instaba a hallar y nutrir lo excepcional en cada uno de nosotros, a abrazar nuestras rarezas, a tener hambre de singularidad, a encontrar nuestro factor diferencial, a buscar inspiración en los márgenes de la cultura. De sus clases salieron expertos en anime y hentai, lectores de Faulkner, Pessoa y H.P. Lovecraft; bailarines que hoy desafían los límites de lo contemporáneo; estudiosos de la política latinoamericana comparada y, en fin, muchos de los seres más exquisitos e interesantes que he conocido en la vida. Son muy peligrosos los normalópatas, nos advirtió, porque les aterra lo foráneo, lo diferente, lo nuevo, lo desigual. Son los padres de muchos ismos y fobias, el racismo, el sexismo, el regionalismo, la xenofobia y la homofobia. Los normalópatas van con la manada. Habrían crucificado a Jesús, por poner en jaque la tradición; habrían convertido en jabón a otros seres humanos en los tiempos del nazismo, porque no cuestionan las órdenes. Ay, Horacio, el excepcional, enemigo del dogma y la estupidez, tus alumnos te damos un 10 aclamado en humanidad.Nos enseñaste a buscarnos a nosotros mismos, nos pusiste en la senda del autoconocimiento, nos advertiste que el mundo convierte a algunos en autómatas, en aburridos pagadores de cuentas, en seres grises que olvidan sus sueños, en normalópatas. Tu vida intentó ser el antídoto.Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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