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Apuntes de viaje (parte I)

Mientras escribo esta columna voy en camino a celebrar 20 años de amistad con Ana. Emprenderemos juntas otro viaje físico, al que esta vez se han unido nuestros respectivos esposos. Y hago específico que será un viaje físico, de desplazamiento geográfico, porque estos años de amistad a toda prueba han sido un viaje de otro tipo: un viaje cósmico que seguimos escribiendo.

8 de mayo de 2017 Por: Paola Guevara

Mientras escribo esta columna voy en camino a celebrar 20 años de amistad con Ana. Emprenderemos juntas otro viaje físico, al que esta vez se han unido nuestros respectivos esposos. Y hago específico que será un viaje físico, de desplazamiento geográfico, porque estos años de amistad a toda prueba han sido un viaje de otro tipo: un viaje cósmico que seguimos escribiendo.

A Ana la conocí el primer día de clases en la facultad de periodismo, literalmente fue la primera persona que vi entre la multitud de desconocidos. Pienso ahora en la levedad de ese momento, en lo aparentemente trivial que es conocer a alguien, pues no sabíamos -¿cómo podríamos haber sospechado?- lo que vendría.

Ignorábamos que la vida traería grandes decisiones, cambios, tesis, graduaciones, los temores propios del comienzo laboral; cumpleaños, años nuevos, bodas, embarazos, nacimientos, depresiones post parto, bautizos, padrinazgos, fiestas, luto, mudanzas, crisis laborales pasajeras y realizaciones duraderas, depresiones y euforias, viajes buenos y otros terroríficos que luego recordamos entre carcajadas; despedidas y esfuerzos de parte y parte para nutrir los lazos sin importar ciudades distintas, madrugadas infames, tiquetes, trancones, trabajos, compromisos, familia, novios, maridos, aguaceros y accidentes.

Ana me acompañó a encontrar a un padre cuando era lo último que yo imaginaba hallar. Y ahora yo la acompaño a despedir a su padre, cuando era la última noticia que ella esperaba recibir.

Y el viaje continúa. No sabemos lo que traerá. Pero sabemos que nos tenemos la una a la otra, los unos a los otros, en esta familia del alma que llamamos “las vitaminas”.

El legendario fotógrafo Oswaldo López me dijo ayer que las cámaras fotográficas tienen un número limitado de clics. Me sorprendió la revelación. Nunca me lo habría imaginado. Y pensé: lo que ocurre con las cámaras debe ocurrir también con el corazón, que viene con un número limitado de latidos-clic, así que cada imagen que guardemos en él debe valer la pena. Inventemos, pues, nuevos recuerdos y nuevos latidos, tan preciados como los de estos 20 años de amistad que hoy celebramos.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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