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Abrazar los genes

Qué lograremos cuando abracemos en estado puro el ingenio que hoy se usa para huir de la ley, el espíritu emprendedor que hoy se usa para tomar atajos

6 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

No parecerse a los padres se convierte en el imperativo categórico de muchas personas, lo escucho a diario. No repetir su conducta, su violencia, su abandono, su carácter, su actitud ante el dinero, en fin, el rango es tan abierto como distintas son las familias.

Pero al esforzarnos en no repetir, olvidamos que somos portadores no de errores sino de súper poderes, talentos que en estado puro y más allá del juicio sobre su uso o abuso en generaciones pasadas, son una fuente de enorme poder presente.

Talentos que otros usaron para el mal, pueden ser ahora usados para el bien. Un ancestro mentiroso, por ejemplo, tiene en el fondo grandes habilidades histriónicas, convencimiento, carisma, sentido del humor y habilidades lingüísticas que desvió de su curso, pero que pueden ser aplicadas con éxito y legalidad en campos distintos, desde la ficción literaria hasta la publicidad y los negocios.

Conozco al hijo de un estafador que ahora usa la habilidad estratégica de su padre para blindar a las empresas contra el fraude. Y a una empresaria que usó la personalidad despilfarradora de su padre para rescatar su don oculto: la generosidad, con la que ahora cambia la vida de sus empleados de formas asombrosas.

Cuando debo hablar en público con auditorio lleno, apático o lleno de escepticismo y ceños fruncidos, si me asalta algún tipo de inquietud respiro con calma e invoco los genes de mi madre, su encantamiento, su habilidad de convencimiento, carisma e inventiva. Y en situaciones de peligro o riesgo invoco los genes de mi padre, capaz de caer de un avión y salir caminando. El sobreviviente, en mí. La buena fortuna, en la memoria de mis genes.

A mi abuelo de formación militar, implacable, ejercitado en la orden precisa y el tono de voz que hacía temblar las paredes, lo invoco a veces en situaciones muy puntuales que requieren autoridad. No siempre sería legítimo comportarse todo el tiempo como un ‘general de los ejércitos’ pero sí resulta útil y efectivo en casos específicos.

Pienso en Colombia. En esa historia de dolor, en el legado de esos líderes poderosos que alentaron la violencia y atizaron el odio, con réditos tan benéficos para sus bolsillos y tan nefastos para la sociedad.

Qué grandes talentos los de esta nación, esa reserva de alegría capaz de hacer que el mundo siga girando a pesar de todo, esa capacidad de trabajo duro que nos diferencia dónde quiera que vayamos, la fortaleza que nos hace resistir donde otros se quiebran.

Qué lograremos cuando abracemos en estado puro el ingenio que hoy se usa para huir de la ley, el espíritu emprendedor que hoy se usa para tomar atajos, el liderazgo que hoy se instrumentaliza para aceitar el negocio de la guerra, la esperanza que hoy usamos para avalar a los que nos conducen al despeñadero. Mientras lo logramos, abrazar lo mejor de nuestros genes, darles buen uso. Hallar el don oculto. Honrarlo.

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