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Plácido despertar

Resulta irónico y hasta sarcástico ajustar el Plácido en el título de esta columna a una connotación positiva, tras el más reciente escándalo que confirmó que el gran tenor español que lleva el mismo nombre resultó ser un acosador más.

26 de febrero de 2020 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Resulta irónico y hasta sarcástico ajustar el Plácido en el título de esta columna a una connotación positiva, tras el más reciente escándalo que confirmó que el gran tenor español que lleva el mismo nombre resultó ser un acosador más. Entonces el mundo se sorprende al saber que otro miembro del salón de los dioses contemporáneos, decidió que su talento lo revestía de la patriarcal actitud de someter a las mujeres a sus caprichos.

Pues bien, justo en la misma semana en que el monstruo de Hollywood, Harvey Weinstein fue declarado culpable en la Corte Suprema de Manhattan, de violación y acto sexual criminal (aunque se esperaba una condena mayor) al otro lado del océano, Plácido Domingo pide perdón, ante las decenas de denuncias en su contra, al tiempo que ostenta una investigación por abuso a más de 27 compañeras suyas, en el sindicato de la ópera de Estados Unidos.

Hasta dónde hemos llegado con el huracán desatado hace dos largos años ya, cuando el movimiento #MeToo se volvió universal y destapó los secretos guardados en una caja arrumada en el sótano del horror para miles de mujeres aplastadas moralmente y sometidas a intimidaciones sexuales. Entonces se rompió el silencio y una tras otra denunció a los acosadores que hoy en el otoño de la vida creían que nada les podría pasar.

Ya hay bastante documentación sobre el acoso en el mundo. Incluso, fue estelar en las pantallas de cine, con la recreación del caso de otro gran acosador serial de la cadena Fox, Roger Ailes, quien obligaba a las mujeres bellas, que buscaban hacerse presentadoras, a participar de sus espantosas aberraciones, porque la imagen es lo que vende y él era un simple evaluador.

Por desgracia, aún hay mucho acosadorcito suelto. Sé de la reciente historia de una comunicadora caleña que se fue a Bogotá en busca de una oportunidad y en dos lugares sus entrevistadores hombres le dijeron que no tenían nada, pero que qué tal si salían esa noche a conversar a ver si podían encontrar algo. Puros ‘Weinsteins’ criollitos. Y sé también, por trabajos académicos de estudiantes, de mucho acosadorcito universitario, chantajeando alumnas y compañeras, a sabiendas de que el miedo y el sentir que tienen las de perder las obliga a callar sus nombres.

Con lo mucho pero mucho que falta aún por alcanzar, el mundo empieza a comprender que el acoso sexual ha sido una de las peores pandemias de la historia, callada, normalizada y en ocasiones hasta motivo de celebración, cuando de aplaudir falsas conquistas se trata. Los depredadores sexuales son desenmascarados, así tarden años sus juicios. Y mientras al tenor Domingo le llegó la hora de cantar sus pecados, la historia asiste, a paso lento pero seguro, a un Plácido despertar, en el que aún nos falta mucho por escuchar.

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