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Piensen en las víctimas

No voy a negar la tristeza que sentí el domingo ...

6 de octubre de 2016 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

No voy a negar la tristeza que sentí el domingo en la tarde y que aún siento. Nunca pensé que el Sí la tenía fácil, pero al final creí que el valor de la vida, de salvar miles de vidas, estaría por encima del rencor contra las Farc enquistado en la sociedad, del afán de castigo y de los egos políticos. No fue así. La democracia decidió y lo votado, votado está. El momento en que la sociedad civil intervenía ya pasó. No soy Santista, ni Uribista y mucho menos guerrillera. Solo soy una colombiana que desde la esquina del periodismo he visto la realidad de una Colombia donde convergen dos países: uno, el de las tomas guerrilleras, el de las pipetas que estallan en iglesias, el de la desolación que deja el secuestro... el que en su mayoría votó por el Sí. Y el otro país, el de las ciudades, el que desconoce al primero, pero que tenía igual derecho a pronunciarse, decidió por el No.Durante los últimos meses escribí historias y entrevistas de víctimas y gente involucrada en la guerra y la paz, con el fin de rescatar su memoria y relatar su realidad. Conocí gente maravillosa, capaz de levantarse de las cenizas y exorcizar su dolor. Como Esperanza, víctima del secuestro de las Farc, la violación y la sentencia de muerte de los paramilitares y quien hoy redime a otras mujeres que como ella han sido abusadas. Como Jorge, el niño del Cauca al que el abandono de su papá y la pobreza lo llevó a enrolarse en la guerrilla y quien hoy cuenta su historia a niños para prevenir el reclutamiento. Como el sargento César Lasso, el policía que más tiempo permaneció secuestrado por las Farc (13 años) y quien junto a un reinsertado propicia encuentros de perdón entre víctimas y victimarios. Como Sebastián, el hijo de uno de los diputados asesinados en cautiverio, que le cantó la tabla al secretariado de las Farc y hoy es un entusiasta impulsor de la paz.Fue esa gente valiosa que supo perdonar, sin arrodillarse, en la que pensé cuando marqué el Sí. Y es en ellos, en los de Toribío y Bojayá; en los que llevan meses sin esconder debajo de la cama a sus hijos (de los tatucos) y en todos esos jóvenes humildes que defienden al país de la insurgencia en los que espero piensen esas tres fuerzas en cuyas manos hoy está la paz. Y que piensen también en ellos mismos, porque con la no reparación del acuerdo pierden las Farc, el Gobierno, el Uribismo y perdemos todos.Que arreglen lo que tengan que arreglar, que se den el protagonismo que quieran, que hagan su show, pero que piensen en las víctimas. Y que nosotros, los de Sí y los del No, sigamos vigilantes y activos para que no cese el esfuerzo por conseguir la paz. No voy a dar un discurso veintejuliero de un positivismo que no siento. Solo espero que el silencio de las armas y el desarme de nuestros corazones se imponga en esta hora definitiva de nuestro país, en la que más que nunca necesitamos que por alguna vez prime la sensatez sobre el egoísmo.Sigue en Twitter @pagope