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Pacheco y Pacheca

Su nombre de pila era Nora, pero para mí siempre fue Pacheca,...

13 de febrero de 2014 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Su nombre de pila era Nora, pero para mí siempre fue Pacheca, la gran amiga de mi casa. Me resultaba tan divertida, tan carismática y tan cálida, que la mejor manera que encontré de decirle cuánto la quería fue poniéndole un sobrenombre que hizo suyo toda la familia. Pacheca asintió gustosa. No le angustiaba que pensaran que era por fea. Es más, le divertía ser Pacheca y explicarle a la gente por qué una niña de siete años le había cambiado el nombre. Y así se quedó. Incluso, hace un par de años, cuando por casualidades del destino terminé viviendo frente a su casa y al reconocerla la llamé a gritos: “Pachecaaaa”.Ayer en la mañana mi mamá dijo conmovida “qué tristeza que haya muerto Pacheco. ¿Te acordás que le pusiste a Nora, Pacheca?”. Y claro, cómo no recordarlo. Si ese personaje encantador, que entonces aparecía y aparecía en la pantalla sin fatigarnos se convirtió en un miembro de la familia; de todas las familias, del país entero. Y queríamos perpetuarlo en esos hogares de los 80 y 90, cuando los miembros de la generación rotulada como la X éramos niños y decidimos escriturarle un pedacito del corazón. Con él conocimos el primer programa de televisión infantil: Animalandia, donde sus pilatunas con Bebé, Tuerquita y Pernito nos hicieron reír, con muy pequeñas cosas. Me parece oírlo animando a los niños que subían a un lapicero gigante, mientras él gritaba con su ronca voz: “Sube, sube, kilométrico”.Con él disfrutamos más de una caricatura y se nos quedó para siempre en la memoria una en la que lucía traje para de paracaidista. Tampoco olvidaremos que la lotería de la Cruz Roja costaba “los mismos 300 pesitos”. Que el oboe era un instrumento que él hacía sonar “a nombre de la abejita Conavi”. Que uno de los equipos de Bogotá era el “santafecito lindo”. Que la Media Torta era el hogar de Sabariedades. Que en el Programa del Millón había que gritar durísimo “Pacheco, dame la A”. Que gracias a la magia de la tecnología de antaño era posible que Pacheco hablara con una intrépida lora virtual llamada Mamola. Que Jota Mario Valencia era ‘el bobito’. Y que si alguien quería que el país lo amara debía sentarse con él en Charlas con Pacheco.Es cierto lo que hoy nos dice Mheo con su pincel: Pacheco se lleva al cielo un pedazo de nuestra infancia. Y sé que muchos de ustedes son de la que me atrevo a bautizar ‘Generación Pacheco’ y que tendrán más de una anécdota (como la mía con Pacheca) del hombre más feo de la televisión, que nos enamoró a todos. Que vivió durante años en nuestra casa. Que canto, lloró, actuó y animó a todo un país, que lo llevará en su memoria. Gracias, ‘Pachecolo’ porque tu risa y tu carisma seguirán vivos por siempre en un montón de recuerdos de nuestra niñez.