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No se puede ir ni al parque

Domingo 28 de octubre, cinco y cuarto de la tarde, en el...

1 de noviembre de 2012 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Domingo 28 de octubre, cinco y cuarto de la tarde, en el parque de la Calle 18 con Carrera 55, del sector Samanes, Cañaverales del sur de Cali. Diez adultos, seis jóvenes y siete niños se encuentran en el lugar, respirando aire puro. Un niño de cuatro años y nueve meses juega en el resbalador, vigilado por su tía, de 33. De repente, se meten al parque dos motos, cada una con dos hombres. Se bajan de los vehículos, sacan sus armas, apuntan contra adultos y jóvenes y les piden que les entreguen los celulares. Con el botín en sus manos, arrancan por calles distintas. El niño del resbalador sólo pregunta si algo pasó y su prima se lo lleva, atemorizada. Los demás visitantes del lugar, indignados, salen murmurando que ya no se puede ir ni al parque. Increíble, en un barrio donde no hay asedio de pandillas y disputas territoriales, como ocurre por desgracia en otras zonas, ya no se puede ir ni siquiera al parque.La historia a simple vista, resulta ser un robo más en esta ciudad. Un robo del que tuve información de primera mano, porque el niño del resbalador es mi hijo. Por ello estoy medio atónita. Por ello y porque hace apenas un mes tuve que ver, impotente, cómo robaban a una señora en un taxi, que estaba delante mío. Era un joven delgado, con un canguro en la cintura, que desde su moto introdujo una pistola por la ventana medio abierta de la pasajera, hasta arrancarle el celular y la plata. Ambas escenas revivieron el pánico que sentí el sábado 14 de julio de 2012 al mediodía, en el semáforo de la Carrera 56 con Calle 5, cuando un hombre armado le pegó a la ventana del carro con su arma y al bajarla me pidió el blackberry, mi argolla de matrimonio y el reloj que llevaba puesto. Guardó el botín en su canguro y arrancó, escoltado por otro motorista. Todavía ando con temor y analizo cada moto, con la pena de quizás estigmatizar a mucha gente buena que se desplaza en ellas. En mayo, a mi mamá la atracaron en una calle del barrio Nápoles y le destrozaron el celular, porque no era un blackberry.He visto la campaña del Gobierno, con las escalofriantes propagandas donde un celular robado timbra y timbra, aún apagado, hasta asustar a su dueño. Sé también que desde el 1 de octubre inició el registro único de celulares en Colombia, para acabar con el robo, delito que es prioridad de la Policía.El más reciente informe ‘Cali cómo vamos’ muestra cómo la sensación de inseguridad en Cali se disparó en los últimos cuatro años, fruto de un aumento del 19% del hurto a personas y lesiones personales. De acuerdo con el consolidado del Observatorio Social del Delito en Cali, del 1 de enero al 7 de octubre se reportaron (entiéndase bien, se reportaron) 648 hurtos de celulares, frente 652 del mismo periodo de 2012: sólo cuatro de diferencia. No es sólo sensación, es realidad. Y algo más tenemos que hacer para acabar con este delito, que ya no nos deja ir ni al parque.