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La rebelión de ‘Tura’

De todo lo que ha pasado en Buenaventura durante los diez días de paro me quedo con las imágenes de la gente buena que ha salido a sus calles a exigir lo justo.

24 de mayo de 2017 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

De todo lo que ha pasado en Buenaventura durante los diez días de paro me quedo con las imágenes de la gente buena que ha salido a sus calles a exigir lo justo; con la postal de una mujer y una pancarta que reza “nos han quitado tanto que terminaron quitándonos el miedo”; con la imagen del río humano que marchó el domingo y que se apreció en toda su magnitud en una foto aérea; con los cacerolazos del centro; con los videos de ese canto convertido en himno y que a ritmo de chirimía dice: “el pueblo se respeta, carajo”.

Tengo en la mente fresquitas las voces de grandes músicos del Pacífico, que en la noche del martes clamaron por su gente en las calles de Cali. Las de artistas del género urbano en el Puerto, que viralizaron sus temas a tal velocidad que seguro les llegaron a quienes iban dedicadas. Las de colonias de bonaverenses en el mundo, que se han esparcido como una oda a la esperanza.

Me quedo con la fuerza de las palabras de monseñor Héctor Epalza, quien por años ha sido la voz legítima del Puerto, pese a las amenazas, pese a las presiones. O la del padre Jhon Reina, con la camiseta puesta por su gente; o con las voces de quienes con respeto han promovido el paro.

Esa gente buena de ‘Tura’ es la que me hace pensar que sí se puede. Porque quieren a su tierra, porque les duele. No como a sus exalcaldes encarcelados por robarse sus recursos; sus congresistas oportunistas o los politiqueros que aparecen en su desgracia, como aves carroñeras, buscando ‘likes’ con discursos cosméticos, tan falsos como su interés por Buenaventura.

Y sé también que a toda esa gente valiente y firme de la protesta pacífica le dolió que le mandaran el Esmad antes que a algún delegado del Gobierno. Sé que recharazon lo ocurrido en la horrible noche del viernes, cuando el vandalismo saqueó el comercio, sembró el terror y parecieron eternas las cinco horas que duraron los desmanes.

Lo siento por quienes solo están preocupados por las pérdidas del paro, olvidando que el mayor activo del Puerto, su gente, afronta un desempleo del 60% y que el 80% no tiene agua potable. Eso sí le debería preocupar al notablato vallecaucano y nacional, tan ausente de las necesidades de una ciudad que moviliza 17 millones de toneladas al año, con las que recaudan $5,47 billones, que como llegan se van, sin dejar rastro en el municipio.

Por eso respaldo la rebelión de ‘Tura’, porque su gente merece una vida digna, un hospital, un acueducto, un buen colegio...

A manera de colofón, acojo la frase que leyó el martes uno de los voceros del comité del paro, porque en ella y en las imágenes de la gente buena, descrita en los primeros párrafos de esta columna, está todo más que dicho: "Somos 500 mil habitantes que ya nos cansamos y estamos hartos de la miseria; que rechazamos la costumbre de mal vivir, de las carencias. Aquí vivimos en permanente estado de emergencia".

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