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La mujer del servicio

Quizás no sea una sola sino cientos de mujeres en el mundo las que se ajustan a esta descripción. En este caso se llama Cleo y conocimos su historia gracias a Roma...

27 de febrero de 2019 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Una mujer indígena, extremadamente humilde, que trabaja interna en una casa de clase media. Una mujer que entrega su amor, su tiempo a esos cuatro niños, de los que cuida como si fuesen suyos; se levanta de madrugada, prepara sus desayunos, les lava su ropa, limpia los desechos de sus mascotas, se funde en sus juegos y hasta los salva de un mar bravío, en una tormenta que sacude los cimientos de su familia.

Quizás no sea una sola sino cientos de mujeres en el mundo las que se ajustan a esta descripción. En este caso se llama Cleo y conocimos su historia gracias a Roma, una intimista apuesta cinematográfica del mexicano Alfonso Cuarón, que más allá de las polémicas en torno a si la cinta aburre o no, nos deja una profunda reflexión sobre el universo de las mujeres del servicio.

En Colombia, según el Sindicato de Empleadas Domésticas, se calcula que son un millón las que se desempeñan en este rol. Mujeres que con el tiempo han ganado reconocimientos laborales, luego años de desconocimiento de los mismos. Mujeres que han aprendido a sentir orgullo de su trabajo, tan importante y digno como cualquier otro.

Al ver la historia de Cleo, a veces cansada, a veces feliz en las simples cosas, enamorada de un hombre del que supuso sería para siempre pero que al saberla embarazada desaparece; viviendo las angustias de una pérdida que la despedaza por dentro y que uno logra sentir con ella... al ver su historia es posible ver la de tantas que abandonan el campo o los pueblos del Pacífico para venir a la ciudad prometida.

Hoy recuerdo las palabras de la hermana Alba Stella Barreto, ese ángel de Aguablanca que se nos fue este domingo, y que hace un año, en el Día de la Mujer, nos decía que había una violencia invisible que poco veíamos y era la que vivían las mujeres que trabajan en una casa de familia porque muchas reciben un trato “excluyente y ofensivo, porque ella puede ser la posible ladrona entonces le dejan todo con llave, vaya haga el aseo y salga pitada”.

Sí, como en todos los escenarios de la vida, quizás haya malas experiencias con la señora del servicio, pero por encima de ello, la historia de Cleo y las palabras de la hermana Alba Stella son una invitación a tratarlas con dignidad; a que si alguna vez las abordamos con desprecio, recordemos que nadie es más que nadie y menos en un país con profundas desigualdades, donde la exclusión es un absurdo. Y que si alguna vez desconfiamos de ellas por su origen humilde, recordemos que hay ladrones hasta en las más altas esferas. Que no son nuestras esclavas, que se cansan, se enferman, extrañan a su familia, necesitan ser escuchadas, comprendidas. Nada del otro mundo. Solo respeto y humanidad, dos cosas que sin importar cuan alto y lejos se esté jamás hay que perder de vista en la vida.

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