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Cinco en una moto

Martes 8:15 a.m., Carrera 70 del barrio Nápoles, en el carril que desemboca a la Calle Quinta: una moto conducida por un hombre joven lleva sentada delante suyo a una niña de rizos claros, no mayor de 7 años.

25 de septiembre de 2019 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Martes 8:15 a.m., Carrera 70 del barrio Nápoles, en el carril que desemboca a la Calle Quinta: una moto conducida por un hombre joven lleva sentada delante suyo a una niña de rizos claros, no mayor de 7 años.

Hasta ahí, parte sin novedad. Lo complicado viene después. En esa misma moto va una señora robusta y en medio de ella y del conductor, otros dos niños de contextura gruesa. Ahora les llaman niños sandiwch. ¡Cómo le parece! A pesar de ir a prudente velocidad, la moto pierde por momentos la estabilidad, mientras sobrepasa vehículos.

Pensé haberme equivocado al contar los niños, pero luego me los topo de nuevo en la intersección de la 70 con Quinta, cuando, al parecer, el viaje ha terminado. ¡Cinco personas en una moto! la imagen, tan diciente y frecuente, no puede reflejar mejor lo que somos, lo que nos pasa como ciudad:

1. La anarquía sobre ruedas y un desafío permanente, donde se cree que no existe Estado, ni norma que los detenga. Y esa anarquía aplica para tantas otras cosas...

2. La irresponsabilidad, la insensatez, la osadía de quien va por ahí exponiendo la vida con un ‘no pasa nada’ a flor de boca, so pena de que en una pérdida de reflejos o en un pequeña equivocación ocurra una desgracia.

3. La informalidad que en Cali se mueve en bicitaxis, mototaxis, carros piratas y vehículos adscritos a plataformas digitales, que por más queridos que sean, por más aire que ofrezcan y por más barato que cobren no tienen permiso ni soporte alguno para prestar este servicio en la ciudad.

4. La imposibilidad, con cierto tufo de fracaso, de esta Administración y de la otra, la otra y la otra, que no pudieron detener a tiempo esta informalidad rodante, ahora convertida en un pulpo del que se desprenden las más diversas opciones de transporte pirata, y del que incluso hay hasta modernas busetas que en colectivo transportan en zonas del oriente de Cali. Lo peor, hemos llegado al punto de legitimarlas.

5. La incapacidad y el fracaso, acá sí en toda su expresión, de esta Administración y la otra y la otra, de ofrecer un sistema de transporte eficiente, que movilice a su ciudadanía y logre que esta tenga sentido de pertenencia y respeto por él. Un sistema que sea rentable para los operadores, sin litigios, que llegue a todos los sectores. Nada de eso se ha podido. Ni aquí, ni en el resto del país.

6. La mala educación y los vicios de quienes aún creen que el alimentador los debe dejar en la puerta de la casa porque sino no sirve, y que, claro, son los clientes de la piratería.

La reflexión va más allá de una moto transportando a cinco personas; porque en una ciudad donde existe una organización con dos mil mototaxistas carnetizados y otros 9.873 circulando, así como un promedio de 4500 vehículos ‘pirateando’, otros 9500 con plataformas tecnológicas y 800 bicitaxis las cosas andan muy mal. Cada día parecemos más un pueblo caótico y menos una ciudad capital. 

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