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Nuevo Papa

La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos...

16 de marzo de 2013 Por: Paloma Valencia Laserna

La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos han señalado su carisma, su manera de ser sencilla, humilde, franca, y somos muchos quienes nos hemos conmovido con sus palabras y sus actos. Su papado se anuncia desde ya como uno muy significativo que le devolverá a la comunidad católica el entusiasmo por su Pastor.Esta elección sucede en medio de circunstancias difíciles para el mundo y para la propia Iglesia atormentada por los escándalos de pederastia y los cuestionados manejos del Banco del Vaticano. Muchos consideran que el nuevo Papa está llamado a hacer trasformaciones de fondo en la Iglesia. Se habla prioritariamente de la necesidad de ajustar los planteamientos sobre aborto, matrimonio homosexual y uso de preservativos. En una escala menor, se discute la participación de las mujeres en la Iglesia y el celibato de los sacerdotes. Y aparece como última cuestión menor la del acercamiento a los fieles y la misión evangelizadora de la Iglesia.El Papa anunció su decisión de tomar este último aspecto como el esencial: acercar la Iglesia a la gente, posponer las discusiones internas, para cumplir con la misión de ayudar y acompañar la vida espiritual y material de los fieles. Se rumora que será severo con las exigencias que les hará a los cardenales a quienes invitó a llevar la Cruz de Cristo y tener una vida irreprochable. Incluso se especula sobre su decisión de que Bernard Francis Law -quien fuera señalado de encubrir a los religiosos pederastas cuando fungió como Arzobispo de Boston- tenga una vida en clausura. Se trata sin lugar a dudas de muestras de que los temas esenciales de la Iglesia serán atendidos de manera adecuada; pues en sólo tres días el Papa ha mostrado decisión, sabiduría y carisma para trasformar aquello que debe cambiar. Algunos ya se quejan de que este Papa no sea un revolucionario y altere la doctrina sobre los temas que ellos consideran retardatarios. Es curioso advertir que quienes más lo piden son quienes están por fuera de la institución católica; y que lo exigen no como condición para volver a ella, sino como requerimiento para tolerarla. Algunos de esos -que se sienten tan sapientes como para querer imponerle sus ideas a una institución a la que no pertenecen ni respetan- ahora calumnian al Papa. A los anticlericales les fastidia el maravilloso efecto de felicidad que ha causado la designación de Francisco; les molesta que se revivía la efervescencia y unión que ha causado el nuevo Papa.Sobre el afán reformatorio cabe preguntarse si la institución que a cuyo cargo ha estado una tradición milenaria puede transformarse de un día a otro. Más aún, si tiene algún valor la función de la tradición que es precisamente la solidez y la seguridad de lo que no cambia; es aquello inamovible en un mundo que naufraga. Además conviene advertir que muchos de estos asuntos no están resueltos en las sociedades; siguen abiertos a los vaivenes de la política y la opinión. Cambiar no es un acto de decisión; es un camino.El Papa latinoamericano tiene sobre hombros el destino de la Iglesia y se espera de él una acción a favor de las economías emergentes y pobres. Tendrá que ser como ha sido, un hombre que lucha por seguir en sendero de Cristo, sin dejarse tentar y utilizar los las fuerzas oscuras. No faltan los demagogos oportunistas latinoamericanos que pasan -sin solución de continuidad- de criticar la institución católica, para ser sus más fieles seguidores, incluso artífices de la elección de Papa.