Nuevo Papa
La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos...
La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos han señalado su carisma, su manera de ser sencilla, humilde, franca, y somos muchos quienes nos hemos conmovido con sus palabras y sus actos. Su papado se anuncia desde ya como uno muy significativo que le devolverá a la comunidad católica el entusiasmo por su Pastor.Esta elección sucede en medio de circunstancias difíciles para el mundo y para la propia Iglesia atormentada por los escándalos de pederastia y los cuestionados manejos del Banco del Vaticano. Muchos consideran que el nuevo Papa está llamado a hacer trasformaciones de fondo en la Iglesia. Se habla prioritariamente de la necesidad de ajustar los planteamientos sobre aborto, matrimonio homosexual y uso de preservativos. En una escala menor, se discute la participación de las mujeres en la Iglesia y el celibato de los sacerdotes. Y aparece como última cuestión menor la del acercamiento a los fieles y la misión evangelizadora de la Iglesia.El Papa anunció su decisión de tomar este último aspecto como el esencial: acercar la Iglesia a la gente, posponer las discusiones internas, para cumplir con la misión de ayudar y acompañar la vida espiritual y material de los fieles. Se rumora que será severo con las exigencias que les hará a los cardenales a quienes invitó a llevar la Cruz de Cristo y tener una vida irreprochable. Incluso se especula sobre su decisión de que Bernard Francis Law -quien fuera señalado de encubrir a los religiosos pederastas cuando fungió como Arzobispo de Boston- tenga una vida en clausura. Se trata sin lugar a dudas de muestras de que los temas esenciales de la Iglesia serán atendidos de manera adecuada; pues en sólo tres días el Papa ha mostrado decisión, sabiduría y carisma para trasformar aquello que debe cambiar. Algunos ya se quejan de que este Papa no sea un revolucionario y altere la doctrina sobre los temas que ellos consideran retardatarios. Es curioso advertir que quienes más lo piden son quienes están por fuera de la institución católica; y que lo exigen no como condición para volver a ella, sino como requerimiento para tolerarla. Algunos de esos -que se sienten tan sapientes como para querer imponerle sus ideas a una institución a la que no pertenecen ni respetan- ahora calumnian al Papa. A los anticlericales les fastidia el maravilloso efecto de felicidad que ha causado la designación de Francisco; les molesta que se revivía la efervescencia y unión que ha causado el nuevo Papa.Sobre el afán reformatorio cabe preguntarse si la institución que a cuyo cargo ha estado una tradición milenaria puede transformarse de un día a otro. Más aún, si tiene algún valor la función de la tradición que es precisamente la solidez y la seguridad de lo que no cambia; es aquello inamovible en un mundo que naufraga. Además conviene advertir que muchos de estos asuntos no están resueltos en las sociedades; siguen abiertos a los vaivenes de la política y la opinión. Cambiar no es un acto de decisión; es un camino.El Papa latinoamericano tiene sobre hombros el destino de la Iglesia y se espera de él una acción a favor de las economías emergentes y pobres. Tendrá que ser como ha sido, un hombre que lucha por seguir en sendero de Cristo, sin dejarse tentar y utilizar los las fuerzas oscuras. No faltan los demagogos oportunistas latinoamericanos que pasan -sin solución de continuidad- de criticar la institución católica, para ser sus más fieles seguidores, incluso artífices de la elección de Papa.