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No prevalecerán

Es un dolor indefinido. No podría ubicarlo en un lugar preciso, pero...

19 de mayo de 2012 Por: Paloma Valencia Laserna

Es un dolor indefinido. No podría ubicarlo en un lugar preciso, pero cruje cuando me entra el aire. Se parece a la frustración, a la rabia, a la impotencia, pero es mucho más triste. Lo reconozco, porque lo he sentido muchas veces, y eso me llena de angustia. Vienen a mi memoria todas las misas a las que asistí para pedir por los padres secuestrados de mis amigas, niñas de colegio. Recuerdo mis amigos que crecieron sin papá, los amigos que encontraron muertos con tiros en la cabeza y de sus papas llorándolos en los entierros. Me acuerdo del día en que vi volver a mi tío, que ha sido como otro papá, bañado en la sangre de los escoltas que lo acompañaban en el carro. Y a las familias de esos escoltas, de sus ojos, mirando un poco más allá de lo que existe. Mi tío me abrazó y no dijo nada. Yo nunca lo había visto llorar. Tenía los ojos perdidos, y puedo reconocerlo, pues ya lo he visto muchas veces, este mismo dolor que se ha vuelto como un sello que distingue a los colombianos tocados por la violencia. El atentando al doctor Fernando Londoño me devolvió a esos tiempos. Los creía superados, tuve el sueño durante los años del gobierno del presidente Uribe de que los colombianos no volveríamos a estar solos, que el Estado se había comprometido para siempre a protegernos y estar a nuestro lado. Voté por Santos con esa convicción, muchos lo hicimos. Sin embargo, Santos desconoció el mandato de quienes lo elegimos. Abandonó los principios de seguridad y ahora modifica la Constitución para consagrar la impunidad para los violentos. No queda mucho más que decir. Son días trágicos para quienes creemos que el país puede tener otro destino, para quienes vislumbramos una Colombia donde el Estado esté del lado de los colombianos que acatan la ley. No creo en las concesiones para los violentos, porque no creo que nos acerquen a la paz. Con cada negociación surgen otros grupos, con cada gramo de coca que exportamos se compran nuevas armas para asesinar más colombianos. La paz se construye con incentivos para quienes pueden vivir en la sociedad. La paz se construye tendiéndoles la mano a los campesinos, a los trabajadores, a los ciudadanos que todos los días, a pesar de las circunstancias, de las dificultades insisten y persisten en vivir dentro del marco social. Son ellos y no los otros quienes merecen la generosidad social.El doctor Londoño no es de extrema derecha; sólo son extremistas quienes empuñan las armas para matar a quienes no piensan como ellos, a quienes son obstáculos en sus planes. El doctor Londoño es un hombre que ama su país, que se dedica a la crítica política con el ánimo de construir en el debate. Un hombre culto y valiente que, a pesar de conocer la intolerancia del país donde el solo uso de la palabra es causal para que los violentos te condenen a muerte, nunca deja de expresar todo cuanto piensa, con la convicción insuperable de que Colombia puede tener un mejor destino. Lo admiro, lo aprecio y me siento honrada de compartir los micrófonos con él. Es una demostración férrea de convicción, un faro siempre vigilante y una voz que sólo teme a Dios.Qué su ejemplo nos inspire: colombianos, que el terror no nos silencie, que la violencia no nos venza. Somos un pueblo libre y no vamos a capitular por el miedo. Levantemos nuestras voces, para que sean voces infinitas, para que las oigan los terroristas en sus escondites: el terror no prevalecerá.