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Las negociaciones de paz avanzan sin que le importen ya a muchos...

8 de diciembre de 2012 Por: Paloma Valencia Laserna

Las negociaciones de paz avanzan sin que le importen ya a muchos colombianos. Parece natural que los colombianos pierdan el interés sobre el proceso, porque nuestra agitada realidad nos desvía hacia otros temas, además de la escasa esperanza que suscita. No es menor que nuestro Gobierno esté negociando a puerta cerrada con unos de los narcoterroristas que han venido desangrando a Colombia. Los negociadores del Gobierno mantienen hermetismo sobre lo que se está pactando. ¿Se tratará de una revolución por decreto? ¿Es cierto que ya se negocian los términos de la amnistía? ¿Qué pactó sobre desarrollo territorial esa mesa?En La Habana, las cabecillas del secretario se bajan con soberbia de los BMW rodeados de camionetas, cargando el maletín Louis Vuitton, el Mont Blanc. Exigir consistencia entre el discurso y las actuaciones se vuelve especialmente importante en este caso, pues muestra la sinceridad de los negociadores, de sus discursos. No son sólo maletines y bolígrafos que sin duda todos necesitamos, los que llevan son los símbolos de la opulencia capitalista. Esas marcas tienen como propósito mostrar riqueza, relievar la desigualdad; esa que los ‘guerrilleros’ tanto critican. ¿Lo que les molesta no es la exclusión general, sino la propia? ¿Lo que buscan es lograr beneficios para ellos? ¿Ese será el sentido de esta negociación, favores para los del secretariado?Tenemos que atender a los hechos de esta negociación, pues su sola existencia ya nos cuesta mucho como sociedad. El Estado pierde la legitimidad para imponer la ley a sus ciudadanos, luego de que decide darle justificación a la inaplicación de la ley que prohibe el secuestro, el terrorismo, el asesinato; los más atroces crímenes… En tanto que las Farc ya obtuvieron beneficios: los micrófonos. La estrategia de manejo de medios internacionales se desarrolla bien desde La Habana; las Farc mienten como siempre lo han hecho. La discusión sobre si las Farc tienen o no secuestrados es ridícula, y ofensiva para las organizaciones civiles que desde hace mucho hacen seguimiento y reportan el número de víctimas. Niegan los secuestrados porque saben que la comunidad internacional no será tan laxa como nuestro Gobierno a la hora de juzgarlos por sus crímenes. Eso mismo pasa con la supuesta tregua; anuncian el cese al fuego para que sea titular en algún periódico internacional que se conforma con esa información y no publica ya los muertos, las explosiones, los heridos que nos dejan sus incesantes ataques. Colombia no puede ser cómplice; no puede caer en el debate; no en la desafortunada alusión de que “hay que creerles”, porque no existe ninguna razón para hacerlo, y existen, en cambio, muchas para no hacerlo. Algunos consideran que la discusión sobre el secuestro ya no tiene tanto valor porque el número de secuestrados, en algunos cuentas, ya no supera la centena. Es un problema casi superado, sostienen. El número carece de importancia; porque lo relevante es lo inalienable del derecho a la libertad; la gravedad de un hecho que rompe los mínimos de respeto por un ser humano. La maldad de los autores del delito no disminuye por el número de sus crímenes. El paso del tiempo no borra el daño causado; los miles de colombianos apartados de sus familias, encadenados, sepultados, torturados. El cinismo de las Farc llega a extremos impensables y la Nación debe estar atenta porque no puede convertirse en alcahueta. Hay mucho en juego: nuestro futuro.