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El invierno que no para

Lo que está pasando con el invierno en Colombia era previsible. Desde...

26 de noviembre de 2011 Por: Paloma Valencia Laserna

Lo que está pasando con el invierno en Colombia era previsible. Desde hace años, cuando el Ideam empezó a hacer estudios sobre el fenómeno de calentamiento global, se dijo que el cambio climático aumentaría la frecuencia de los fenómenos del Niño y la Niña. Los informes globales señalaban la alteración de los patrones de lluvias en los países tropicales; la inminencia de las inundaciones y deslizamientos. Además no era difícil saber dónde se iban a producir los mayores daños. Hace menos de un año tuvimos un fenómeno similar y sucedió casi lo mismo que pasa ahora y que pasa siempre. Colombia no puede seguir a merced del invierno -como lo sugiere uno de los funcionarios de la CAR -Cundinamarca-; los inviernos y sus efectos son previsibles y el país tiene que ajustar su infraestructura y capacidad de reacción a estas realidades.El Gobierno Nacional está fallando; no hay planificación. El cierre de las vías es inaceptable. Sabemos de tiempo atrás la vulnerabilidad de vías fundamentales para el país. El caso de La Línea es emblemático; conocemos su fragilidad y la importancia que tiene para la comunicación del país. Lo lógico era habilitar -y de tiempo atrás- las vías alternas. La ruta por el Páramo de Letras no se adecuó para las necesidades y tiene entonces 8 sectores de alto riesgo; la otra alternativa, Isnos-Paletará que conecta al Huila con el Cauca, está en un estado lamentable, sólo ahora se inició la pavimentación parcial y fue necesario militarizar la zona por los graves problemas de seguridad.Pero no es sólo culpa del Gobierno, hay una gran responsabilidad que recae sobre las firmas de ingeniería comisionadas de la construcción de la infraestructura. Las dilaciones y los sobrecostos -unos justificados y otros producto de la corrupción que se le enquistó- se han convertido en este sector en un dolor de cabeza. Las obras no sólo nos cuesta muchísimo, sino que se entregan con pésima calidad o tan retrasadas que una vez recibidas ya son insuficientes. Y luego vienen las demandas de los contratistas reclamando equilibrios financieros que son verdaderos saqueos al erario.Hay que repensar la infraestructura y construir obras modernas que respondan a las realidades del siglo en que vivimos. No podemos mantener al país con obras, cuyo trazado y calidades son para otros tiempos, diseñados para las exigencias mucho menores. Está bien que el Ministro de Trasporte diga que no habrá obras sin estudios serios, pero que se hagan acordes a nuestras realidades y a la capacidad técnica de este tiempo.La responsabilidad por las calamidades recae también sobre las autoridades regionales, alcaldías y gobernaciones que tampoco enfrentaron el reto como debían. Las obras iniciadas fueron insuficientes; los daños así lo demuestran. La falta de compromiso con las regiones coincide con el final del mandato, así que se desentienden sin mayores costos políticos.Las CAR son tal vez uno de los estamentos más inútiles de la estructura estatal. Su pobre diseño institucional dio para que estén politizadas y no responden a las necesidades del ambiente, y que mucho menos están preocupadas por planificar los ajustes que supone el cambio climático. Y se habla de su reforma desde hace años, pero eso también se dilata. Es cierto que las sociedades deben ser capaces de enfrentar sus retos y no depender por completo del Estado, pero en el caso de las tragedias invernales la planificación centralizada es necesaria e ineludible.